EL USO DEL PODER
En una epístola a la Iglesia mientras se hallaba preso en la cárcel de Liberty, Misuri, en marzo de 1839, el Profeta escribió: "Hemos aprendido, por tristes experiencias, que la naturaleza y disposición de casi todos los hombres, en cuanto reciben un poco de autoridad, como ellos suponen, es comenzar inmediatamente a ejercer injusto dominio."¹ La naturaleza humana, librada de las virtudes del amor -que no es obligatorio practicarlas, pero del todo recomendable intentar vivirlas en su plenitud- tiende a manifestar las debilidades del hombre natural. Una de ellas es el afán incontenible de ejercer poder. Imponer su voluntad por encima de la libertad del prójimo, sin importar si el otro puede tener razón. No es de extrañar esta circunstancia puesto que la "oposición en todas las cosas"² de la que hablaba Lehi, implica también esa lucha interior entre el deseo de adherir a la Luz de Cristo o ceder a las concupiscencias del impulsi rebelde que pueda surgir de nuestro se