¿DÓNDE ESTÁ LA SABIDURÍA Y EL ENTENDIMIENTO?
La juventud que da su espalda a la vejez padece de una ceguera vital: no aprende de la experiencia ajena, no absorbe la sabiduría que viene con los años, y por sobretodo, vive creyéndose dueña de un estado detenido indefinidamente en el tiempo, como si la persona fuera a ser joven por siempre. Algún día, esa juventud experimentará lo que significa estar en el lugar de esa vejez que tanto desestima.
Parte de nuestra sociedad está enferma de "juventitis". Nadie niega el valor de la juventud, de los años vigorosos de la primera adultez ni la capacidad que, quienes pertenecen a esa generación, poseen para disfrutar de la aventura, los placeres de la vida sana y el desarrollo del aprendizaje y uso de las nuevas tecnologías, comodidades que el mundo de hoy ofrece.
Pero existe algo que sólo puede adquirirse -si se lo busca- con el correr de los años. Es algo proporcional a los años vividos, y depende de cuán variada haya sido la vida durante esos años y con cuánto afán se lo haya buscado.
Es la experiencia.
Es el cúmulo de aciertos y errores, de reflexiones y del proceso continuo de evaluación, de corrección y de mejora consecuente; de la cosecha de interrelaciones múltiples con la sociedad en que se vive; de la estrecha o no tan estrecha relación con Dios y Su compañía durante las inevitables pruebas, los tiempos de gozo, de las dudas y las certezas que se hayan cosechado; de los momentos de mágica contemplación de las maravillas de la naturaleza y de los regalos de paz recibidos; de la vida abundante resultante de un matrimonio fuente de amor y consuelo; de los sacrificios por criar una familia dentro de un hogar forjador de valores y de hijos dignos de ser llamados íntegros; de la adquisición de conocimientos y del aprender a transformarlos en parte de nuestra sabiduría; y, en fin, de esa interminable sucesión de momentos que conforman nuestra vida, que nos conducen hasta los años en que uno piensa dos veces antes de actuar, y posee una batería de conocimientos, sentimientos y nobleza que la vorágine del mundo presente lamentablemente tiene en menos, o simplemente desecha por considerarla "pasada fe moda".
En la antigüedad, la tribu se regía por la sabiduría de los ancianos, que poseían la experiencia apropiada para aconsejar cómo enfrentar los desafíos y los peligros de la vida.
La civilización grecorromana exaltaba la meditación y los pensamientos de sus filósofos, la mayoría de los cuales, por su edad, contaba con la experiencia necesaria para imponer respeto y devoción.
Así sucedio siempre durante el correr de los siglos, hasta que un día la juventud tomó por asalto los podios de la fama, movida por los avances tecnológicos y su ímpetu imparable.
Pero también porque se convirtió en el objetivo selecto del marketing. La sociedad de consumo hizo su parte a elevarlo al trono de gloria que hoy posee. Es que el joven es más fácil de convertir en una unidad de consumo, más fácil de fidelizar, y hacerlo por más tiempo.
Otro tanto correspondió a los distintos movimientos ideológicos, que encontraron en ella, sujetos con la impulsividad necesaria para dejarse llevar por relatos y actuar sin la debida reflexión.
Cuando se es joven, parece ser posible llevarse al mundo por delante. De ello se sprovechan muchas fuerza manipulsdoras tratando de mover los resortes emocionales de la juventud en pos de dudosos ideales.
No debe renegarse del valor positivo, y los invalorables aportes con los que la juventud puede contribuir al progreso de la civilización. No menos cierto es que, parte de ella, corre en pos de fanatismos, ideales utópicos o entretenimientos efímeros, muchas veces inconducentes, por causa de su inexperiencia de vida.
La vanguardia -como se le suele llamar a aquella porción de la sociedad que promueve y lleva adelante los cambios- se cree, en cierto sentido, la autoabanderada de la sociedad.
Pero luego de ver la confusión y el estado de las cosas en que nos encontramos, a pesar de los ideales en los que la vanguardia se embandera, nos preguntamos si no se habrá desviado del camino, entre otras cosas, por desechar la visión de los que le precedieron y aprendieron, por experiencia, a distinguir el bien del mal.
Como decíamos al principio, la juventud que da su espalda a la vejez (no toda ella, claro está) padece de una ceguera vital: darle la espalda a la experiencia que traen los años, olvidando que el inexorable paso del tiempo hará que casi todos los que hoy son jóvenes, lleguen un día a la vejez que menoscaban. Es que no toman conciencia de que los "incendiarios de hoy" se convertirán en los "bomberos del mañana".
Así habló un anciano padre a su hijo siglos atrás, con voz que sigue resonando fuerte, al menos para quienes quieran escucharle:
"Hijo mío, si recibes mis palabras,y mis mandamientos atesoras dentro de ti,
dando oído a la sabiduría e inclinando tu corazón al entendimiento,
si clamas a la inteligencia, y al entendimiento alzas tu voz,
si como a la plata la buscas, y la procuras como a tesoros escondidos...
...Cuando la sabiduría entre en tu corazón y el conocimiento sea grato a tu alma,
la discreción te guardará; te protegerá el conocimiento,
para librarte del camino del mal, del hombre que habla perversidades,
de los que abandonan las sendas rectas, para andar por caminos tenebrosos,
que se alegran haciendo el mal, y se deleitan en las perversidades del mal,
cuyas veredas son torcidas, y se extravían en sus caminos..."¹
Este consejo vale para todos.
Si, además, se tienen los frutos de la Cristiandad en el corazón, también estas otras palabras merecen consideración:
"Mas, ¿dónde se hallará la sabiduría?¿Y dónde está el lugar del entendimiento?
No conoce su valor el hombre, ni se halla en la tierra de los vivientes...
No se dará a cambio de oro, ni su precio será a peso de plata...
El oro no la igualará, ni el cristal, ni se cambiará por objetos de oro fino.
...la sabiduría vale más que las piedras preciosas.
¿De dónde, pues, procede la sabiduría?¿Y dónde está el lugar del entendimiento?
...He aquí que el temor² del Señor es la sabiduría;y el apartarse del mal, el entendimiento."³
(1) Proverbios 2:1-4, 10-15
(2) la reverencia al Señor
(3) Job 28:12-13, 15-18, 20, 28
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