CONFIAR EN DIOS
Vivimos nuestra vida en riesgo, sumida en incertidumbre. No se trata de asumir un pesimismo nihilista*. Se trata de reconocer que, por más que nos esforcemos, no podemos asegurar que viviremos sin problemas, dolores o enfermedades, oposición interminable o acompañados siempre por el fantasma de que, en cualquier momento, por circunstancias fortuitas e inesperadas, nuestra vida terrenal puede llegar a su fin por una enfermedad terminal, un accidente, un acto de violencia o algún cataclismo natural. El riesgo de morir es inherente al acto de vivir; vivir es morir un poco cada día, pues toda vida llegará inevitablemente a su fin algún día. ¿Cuándo? ¿Cómo? Imposible saberlo. Eso significa vivir con una incertidumbre vital que nos envuelve. Muchos vivimos evitando tomar conciencia de esta circunstancia. Practicamos lo que la sabiduría popular llama "esconder la cabeza dentro de un pozo", como el avestruz. Otros, asumiendo la finitud de la vida, y sin la certeza de una resurrección