EL DEBATE SANO

Existen muchas maneras de debatir.

El debate es sano, en tanto nos abre la mente a otras perspectivas de la realidad, estemos de acuerdo con ellas o no.

El debate enriquece, ampliando del horizonte de nuestros conocimientos. 

Bien encausada, fomenta el diálogo, refuerza el recíproco respeto entre las personas, y contribuye al esfuerzo mancomunado de avanzar en procura del bienestar de las sociedades.

Pero esta es una visión benigna del debate, una visión deseable y óptima.

Esta clase de debate está en la esencia de las enseñanzas y la vida de Jesús. 

La perspectiva cristiana del debate promueve el diálogo, intercambio de opiniones, y el propio debate dentro de un entorno de amor genuino por el prójimo; amor genuino, amor semejante al que se espera que el verdadero discípulo de Cristo sienta por Dios.

Lamentablemente existen otras formas de debate donde se busca desnaturalizar el diálogo basado en el respeto mutuo, se pretende anular la libertad de expresión basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos; formas de dabatir en las cuales la "cancelación" del que piensa distinto se busca por todos los medios que sea, recurriendo aún a la violencia, sea  verbal, ridiculizacion, destierro social, etc.

Ello no es aceptable. Fomentar el odio hacia "el otro" que piensa distinto, negar en el espacio público la expresión respetuosa de la disidencia -en tanto respetuosa del derecho de los demás- ... en fin, negar a unos lo que otros reclaman para sí, es condenable.

La esencia de esta clase inaceptable de debate es la intolerancia.

La intolerancia no es el camino correcto para convivir en la diversidad. Tampoco la cancelación o la censura.

Una vez más, el estudio de la vida y enseñanzas de Jesucristo, nos muestra no sólo una visión de la verdad concebida cristianamente, sino el verdadero camino hacia la paz y la convivencia armónica entre quienes piensan distinto.

Comencemos por una interpretación -consonante con su vida- de la frase de Jesucristo que registran el Evangelio según San Mateo:

"No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su casa."1

¿Significa que Jesucristo era un inculacador del odio, un defensor del debate violentador de libertades, un intolerante por autonomasia?

Todo lo contrario. La interpretación de Sus palabras, ajustada a la naturaleza de los Evangelios, significa que sabía que su doctrina sería combatida por debatientes que no dudarían en recurrir a la intolerancia para defender sus diferencias con los principios de Su ministerio. La prueba está en que acabó su vida terrenal en la cruz.

Por el contrario, Jesús enseñó a sus discípulos:

"Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos."2

Indudablemente las enseñanzas de Jesús están en las antípodas de muchas de las prácticas cancelatorias que acontecen en diversas sociedades del mundo occidental. Esto no puede ser soslayado. 

Pero cuando el cristiano comparte públicamente su convicción y fe en las enseñanzas de su Maestro, merece ser oído, merece ser respetado, merece ser considerado con el mismo derecho a expresar sus pensamientos que quienes -reclamando ese mismo derecho- tienen la inalienable  libertad de pensar diametralmente opuesto a él. 

A todos les debe ser otorgado la libertad de expresar sus opiniones, en tanto no inciten al odio o la violencia.

Seguir las enseñanzas de Cristo, en nada debe justificar la violencia, la intolerancia ni la incitacion al odio entre las personas.


(1) Mateo 10:34-36

(2) Mateo 5:44-45


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