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NUESTRA BATALLA INDIVIDUAL

Saber que existe Dios es un gran paso en la comprensión del significado de la vida. Saber que Dios es el Creador, y Jesucristo nuestro Salvador, al tiempo que se acepta que sólo mediante la revelación es posible conocer los misterios de la vida, su propósito y destino final -aceptando la incapacidad humana de encontrar por sí sola las respuestas a las preguntas existenciales de la vida- es crucial para albergar la esperanza de que vivir tenga sentido. Aceptar que a través de las revelaciones, Dios ha hecho saber a Sus hijos, que sólo transitando el sendero de los convenios, mediante la obediencia y amor hacia Él y Su obra, es esencial para que el Sacrificio Expiatorio de Jesús dé por fruto la vida eterna. Pero, al mismo tiempo, es necesario tomar conciencia de que la inevitable oposición que existe en todas las cosas, lleva a creer no sólo en todo lo anterior, sino también en que el ser humano enfrenta un adversario insistente que busca su destrucción moral y se opone decididamente al

¿CÓMO, PUES, COMBATIREMOS LA IGNORANCIA?

"Mejor es encontrarse con una osa a la cual le han robado sus cachorros que con un necio en su necedad."¹ El uso del término necio parece muy duro. Cotidianamente, se lo usa en un tono despectivo. Pero, en su origen², denota una debilidad de carácter en la cual nadie está exento de caer.  Todos podemos manifestar, en algún momento o en determinadas circunstancias, actitudes que pudieran calificarse de necias.  Quien no lo crea así, que "sea el primero en arrojar la piedra".³ El diccionario de la Real Academia Española define el término necio de la siguiente manera: 1. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. 2. Imprudente o falto de razón. 3. Terco y porfiado en lo que hace o dice. En todos los casos existe un sentido de peligro en la definición. Peligro, por las consecuencias que la conducta necia puede acarrear. Quien actúa con necedad no utiliza la razón ni se ciñe a las normas que la experiencia aconseja, sino que, antes, se conduce por los impulsos q

¿QUE CONDICIONA NUESTRA FE?

Recientemente he leído que, en una de las tantas marchas por la diversidad sexual, se enarbolaba la frase: "Mi sexualidad no condiciona mi fe". Me gustaría compartir algunas reflexiones al respecto, no sin dejar de afirmar primero que, además de la vida, el mayor don que hemos recibido de Dios es nuestro albedrío, ese derecho inalienable a tomar nuestras propias decisiones, que Dios mismo respeta, aunque no pueda librarnos de las consecuencias que esas decisiones nos acarreen. Aun así, todo hijo de Dios es libre de escoger el camino que le parezca más satisfaga sus intereses personales. Pero, como afirma Pablo: "No (n)os engañ(emos); Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre siembre, eso también segará."¹ En lo que respecta al eslogsn de ls frase, cada cual podrá estar de acuerdo o no con ella. La libertad de expresión otorga el derecho a propalarla, pero no obliga a estar de acuerdo con ella.  La cuestión es qué se entiende por fe; o mejor aún, cuáles