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SOBRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Hay temas difíciles de tratar hoy en día. No sólo exigen respeto y amor hacia el prójimo, sino la templanza necesaria para asumir que pensar diferente nos puede traer consecuencias indeseables. La Declaración Universal de los Derechos Humanos [proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 en su Resolución 217 A (III)], establece en su Artículo 18 que: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia."  En el Artículo 19 declara asimismo: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de

CAMBIAR AL MUNDO

Recientemente escuché en un medio de comunicación masiva la invitación a una especie de seminario basado en el tema:"Cambiemos el mundo". El título del seminario me llevó a algunas reflexiones. El mundo, ¿es estático? No. Ya de por sí está en continuo cambio. ¿En qué dirección cambia? ¿Es posible congeniar la voluntad de más de ocho mil millones de personas para dirigir al mundo en su permanente cambio? No. Un porcentaje relativamente bajo de entre los habitantes del planeta ostenta poder para participar en los esfuerzos por cambiar al mundo. Sin importar cómo llegaron a esa posición, y si pueden acordar en un plan de cambios, ¿qué dirección darían a esos cambios? Las declaraciones principistas respecto de la búsqueda de la felicidad y bienestar de la raza humana chocan con la realidad de los hechos que dominan los noticieros y redes sociales. ¿Por qué?  ¿Qué hacer?  ¿Qué esperar de quienes tienen el futuro del mundo en sus manos? 𝐿𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑟𝑜𝑏

HACEMOS LO QUE SOMOS

Lo que hacemos es resultado de lo que somos. El cambio no debemos buscarlo en nuestros actos, sino en nuestra esencia interior, porque nuestros actos son solamente un reflejo en el espejo de nuestra alma. El presidente Dallin H. Oaks ha señalado con mucha sabiduría lo siguiente: "El juicio final no es simplemente una evaluación de la suma total de las obras buenas y malas, o sea, lo que hemos hecho. Es un reconocimiento del efecto final que tienen nuestros hechos y pensamientos, o sea, lo que hemos llegado a ser”.¹ Cambiar nuestra esencia, es decir, lo que somos, entraña varios factores necesarios. Por un lado, la capacidad de reconocernos lo que somos en nuestro origen y al presente. "[Fuimos] creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos."² Tener conciencia de nuestra naturaleza espiritual nos permite vivir con la certeza de nuestro potencial: