EL TODO DEL HOMBRE

El compromiso de vencer internamente los conflictos diarios a que nos enfrentamos, nos impulsa a volver nuestros corazones a los principios básicos de la cristiandad; aquellos que -más allá de las particularidades de cada época- resultan inmutables por constituir la esencia misma de las enseñanzas de Jesús. 

Como señaló Nefi:

"Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados."1

Jesucristo mismo nos exhortó a hacer carne en nosotros Sus enseñanzas, y unir nuestros esfuerzos a los Suyos para llevar a cabo Su obra y Su gloria: la inmortalidad y vida eterna del hombre.2

En los Evangelios leemos:

"Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas."3

Seguramente la declaración más trascendental de Jesús respecto de sí mismo se halla registrada en el Evangelio de Juan:

"...Yo soy el camino, y la verdad y la vida..."4

Éste es el fundamento y esencia de la declaración de José Smith acerca de su ministerio profético:

"Yo les enseño principios justos [las enseñanzas de Jesús] y ellos [los miembros de la Iglesia] se gobiernan solos."5

Estos tiempos que vivimos son tiempos de confusión, de violencia, de abandono de los  valores tradicionales, cuestionamientos, de ira y rencores, donde se oye y se seguirá oyendo de "guerras y rumores de guerras, y toda la tierra estará en conmoción, y desmayará el corazón de los hombres y dirán que Cristo demora su venida hasta el fin de la tierra".

"Y el amor de los hombres se enfriará, y abundará la iniquidad."6

Por encima de todas las tendencias de nuestra época, por encima de nuestras preferencias políticas o culturales, por encima de nuestra estética y nuestra percepción del mundo, debemos colocar nuestra adoración y corazón en Jesucristo, pues -como testifica Pedro- "en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos."7

Centrar nuestras vidas en Cristo, "absorber nuestra voluntad en la de Èl"8, seguir Su camino y creer Su verdad -proponiéndonos como Pablo: "no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado"9- es la actitud que nos hará libres de ser envueltos en el confuso tsunami cultural y vanidoso que azota nuestro mundo.

Porque como señaló el autor de Eclesiastés:

"Vi más debajo del sol: en el lugar del juicio, allí está la maldad; y en el lugar de la justicia, allí está la iniquidad..."10

Porque aunque "(t)odo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo al polvo volverá"11, "(h)e visto todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu"12, y "(e)l fin de todo este asunto que has oído es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre."13


(1) 2 Nefi 25:26

(2) Moisés 1:39

(3) Mateo 11:29

(4) Juan 14:6

(5) Citado por John Taylor, “The Organization of the Church”, Millennial Star, 15 de noviembre de 1851, pág. 339.

(6) Doctrina y Convenios 45:26-27

(7) Hechos 4:12

(8) Ver Mosíah 15:7

(9) 1 Corintios 2:2

(10) Eclesiastés 3:16

(11) Eclesiastés 3:20

(12) Eclesiastés 1:14

(13) Eclesiastés 12:13

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