LAS BENDICIONES DE DIOS
El Evangelio de Dios no es un contrato mercantil, donde nos comprometemos con ciertas cosas que el Señor nos pide, a cambio de recibir las bendiciones que buscamos.
La Iglesia de Jesucristo no es una institución creada con espíritu de intercambio de favores, donde Dios busca asegurarse nuestra lealtad, comprando nuestra obediencia mediante bendiciones que le pedimos, bendiciones que creemos necesitar, ya sea porque legítimamente las necesitamos o por el mero hecho de querer satisfacer nuestras terrenales ambiciones.
El Evangelio no pretende -a cambio de nuestra obediencia- vendernos un "banco de bendiciones" al cual recurrir como si necesitáramos un préstamo para emprender nuestra búsqueda de éxito en la vida.
La escritura es clara respecto de las intenciones de Dios:
"Porque, he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre."1
El Evangelio, Su palabra y voluntad, Sus leyes y estatutos, Sus promesas y convenios nos son dados para que sepamos a qué fuente recurrir para alcanzar la salvación"2.
También se nos enseña que "Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo."3
Por tanto, las bendiciones de Dios persiguen el fin de que alcancemos gozo en esta vida.
También leemos en las Escrituras:
"Y además, os digo que os doy un mandamiento nuevo para que entendáis mi voluntad concerniente a vosotros;
o en otras palabras, os doy instrucciones en cuanto a la manera de conduciros delante de mí, a fin de que se torne para vuestra salvación.
Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis"4.
Por último, recordemos que Jesús enseñó durante Su ministerio que al que pida se le dará, el que busque hallará, y al que llame, se le abrirá5.
¿Qué significado encierran estas escrituras? ¿A qué gozo refieren? ¿En qué sentido está obligado el Señor? ¿Qué podemos pedirle? ¿Recibiremos siempre, independientemente de la naturaleza de nuestros deseos, bastando que pidamos con fe? ¿Es nuestra obediencia el precio a pagar, cualesquiera sean las bendiciones que busquemos?
Estas son preguntas muy importantes para entender la naturaleza de nuestra relación con Dios, para comprender por qué estamos aquí y qué espera Él de nosotros.
Sus bendiciones no dependen de nuestros deseos, a no ser que nuestra voluntad esté absorbida en la de Él.6
El gozo de esta vida es ser uno con Jesús y el Padre7, antes que pasarla bien durante los días de nuestra existencia terrenal.
Dios está obligado a cumplir Su parte de los convenios que concertamos con Él, en tanto nosotros cumplamos nuestra parte en la medida exacta de nuestras capacidades"8, antes que conducirse como el genio de la lámpara de Aladino, que estaba obligado a cumplir los deseos del joven cuando frotaba la lámpara.
Las bendiciones de Dios nos son dadas para que contribuyan a Su obra y gloria, antes que para contemplar nuestros deseos, a menos que nuestros deseos persigan ese mismo fin: alcanzar la vida eterna.
Ciertamente en la sección 132 de Doctrina y Convenios se nos enseña que "todos los que quieran recibir una bendición de (la) mano [del Señor] han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del mundo".9
Una parte esencial de esta declaración manifiesta que las leyes que rigen el otorgamiento de las bendiciones de Dios están enmarcadas en condiciones que han de satisfacerse necesariamente para garantizar la obtención de las mismas.
La obediencia a la ley que rige determinada bendición debe contemplar las condiciones que rigen su concesión.
Entre esas condiciones, se nos ha señalado muchas veces, que las bendiciones siguen a la obediencia de la ley sólo cuando ejercemos la fe (confianza) necesaria, necesitamos esas bendiciones para nuestro progreso, y le es conveniente al Señor otorgárnoslas, en el debido tiempo que Él determine y a la manera que Él juzgue prudente.
La vida de Nefi da testimonio de estas verdades pues él afirmó:
"Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre; y habiendo conocido muchas aflicciones durante el curso de mi vida, siendo, no obstante, altamente favorecido del Señor todos mis días; sí, habiendo logrado un conocimiento grande de la bondad y los misterios de Dios, escribo, por tanto, la historia de los hechos de mi vida."10
Al final, más allá de lo que nos toque vivir, de lo que hallamos hecho o dejado de hacer en nuestra vida, lo que importará es escuchar la voz del Señor diciéndonos: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor".11
(1) Moisés 1:39
(2) Véase 2 Nefi 25:26
(3) 2 Nefi 2:25
(4) Doctrina y Convenios 82:8-10
(5) Mateo 7:7
(6) Véase Mosíah 15:7
(7) Juan 17:13, 21
(8) Véase 2 Nefi 25:23
(9) Doctrina y Convenios 132:5
(10) 1Nefi 1:1
(11) Mateo 25:21, 23
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