¿POR QUÉ A LA GENTE BUENA LE SUCEDEN COSAS MALAS?
Hace unos años se publicó un libro titulado "Cuando a la Gente Buena le Pasan Cosas Malas"¹.
Confieso que no he leído el libro pero sí muchas personas me han hecho esa pregunta al compartir con ellas mi testimonio acerca de la existencia de Dios y Su amor por nosotros.
Es muy común que los que niegan la existencia de Dios funden sus argumentos -entre otros motivos- en las cosas malas que, según ellos, Dios "permitiría que sucedan" a pesar de Su supuesto amor por la Humanidad.
Otras personas no niegan a Dios pero tienen sentimientos de enojo y rabia hacia Él, pues lo culpan de los sufrimientos y pesares por los que deben transitar durante sus vidas.
Algunos se preguntan cómo es posible que Dios permita que las personas cuyo corazón está inclinado hacia el mal puedan cumplir sus designios con total impunidad, llevando a cabo toda clase de iniquidades, sembrando dolor, muertes y destrucción por donde pasan.
¿Por qué permite Dios las guerras si Su propósito es la felicidad de Sus hijos?
¿Por qué nacen niños con malformaciones congénitas, mueren seres queridos en la flor y nata de la vida de terribles enfermedades, accidentes o cataclismos de la naturaleza, destruyéndose vidas que son obra de las manos del Creador? La lista de posibles interrogantes parece interminable.
Obviamente existen muchas preguntas sin respuesta en esta vida. Quienes ejercen fe y confianza en Dios no conocen todas las respuestas. Ignoran muchos de los propósitos eternos de Dios, pero entienden -como está escrito en el libro de Isaías- que "...mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos."²
Pero más allá de lo que se establece en los escritos de Isaías, algunas consideraciones se imponen.
En primer lugar, nuestra existencia es eterna. Vivir en armonía con los preceptos de Dios nos asegura que en el tiempo y circunstancias que Dios considere oportunas en Su infinita sabiduría, "todas las cosas obrarán juntamente para (n)uestro bien, si and(amos) en la rectitud"³.
El segundo lugar, en el fundamento mismo de los propósitos de Dios para con Sus hijos se encuentra el respeto y la defensa del ejercicio del albedrío moral. Por tanto, si un hombre decide obrar favoreciendo el mal, Dios no lo puede impedir si ha de ser consecuente con Su Evangelio. Ésa es la causa de que exista la maldad entre los hombres: los crímenes, odios, asesinatos y toda especie de mal alentados por la influencia del adversario en contra del plan divino.⁹
En algunos casos Dios, en Su infinita providencia, protegerá en el plano temporal al inocente; en otros circunstancias, compensará en daño causado a su debido tiempo y forma.
Otro aspecto importante de nuestra existencia temporal es que en esta vida "es preciso que haya una oposición en todas las cosas"⁴, de manera que -en ejercicio de su albedrío- el hombre pueda "juzgar,... discernir el bien del mal"⁵ y obrar de acuerdo a los sentimientos de su corazón. Dios no debe ni desea impedir esa oposición, la cual es necesaria para nuestro progreso eterno y la salvaguarda del don del albedrío moral.
Finalmente, alguien podría pensar que nada sería mejor que ver a Dios castigando al pecador y premiando a los fieles inmediatamente después de consumado un acto perverso o uno bueno.
Las palabras del presidente Spencer W. Kimball al respecto son muy elocuentes:
"...si todos los enfermos fueran sanados, si todos los justos estuvieran protegidos y los impíos fueran destruidos, todo el programa del Padre sería anulado y el principio básico del Evangelio, el libre albedrío, se terminaría.
"Si el dolor y la tristeza y el castigo total siguieran inmediatamente a la acción del mal, ningún alma repetiría una fechoría. Si la alegría, la paz y las recompensas se otorgasen instantáneamente al hacedor del bien, no podría haber maldad; todo haría bien y no porque de la corrección de hacer el bien. No habría ninguna prueba de fuerza, ni desarrollo de carácter, ni crecimiento de poderes, ni libre albedrío, ni controles.
"Si todas las oraciones se responden de inmediato de acuerdo con nuestros deseos egoístas y nuestra comprensión limitada, entonces habría poco o ningún sufrimiento, pena, desilusión o incluso muerte, y si no fuera así, también habría una ausencia de gozo, éxito, resurrección, vida eterna y divinidad.”⁶
Desde luego que no somos masoquistas. Nadie desea el mal para sí mismo, ni para sus seres queridos y ni para sus amigos. Si se ciñe al Evangelio de Jesucristo, ni siquiera debería desearlo para sus enemigos.
Pero el mal y el bien -en tanto eventos azarosos o no de esta vida- son inevitables, y es nuestra actitud y confianza en Dios lo que nos ayudará a cargar con ellos hasta salir triunfantes de nuestras pruebas.
(1) de Harold Kushner, editorial Vintage, 2006
(2) Isaías 55:8-9
(3) Doctrina y Convenios 90:24
(4) 2 Nefi 2:11
(5) Moroni 7:5
(6) "¿Tragedia o Destino?", tomado del libro La Fe Precede al Milagro, 1972
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