ANTE LAS MENTIRAS Y LA VIOLENCIA
Como sociedad, nos estamos acostumbrando a la mentira.
Sea por razones de ideología, ambición de poder, búsqueda de riquezas y dominio, o por el mero hecho de creer en ellas y propalarlas dándole credibilidad, buena parte de las sociedades se ha volcado a doctrinas y relatos que resultan en falacias que contradicen los hechos objetivos demostrados por las ciencias, o simplemente resultan contrarias a las verdades reveladas por Dios.
Como lo profetizó Pablo al enseñar a Timoteo, estamos en una época en que "[han llegado] tiempos peligrosos [en los que existen] hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin dominio propio, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los deleites más que de Dios, teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella"¹.
Hombres que han logrado imponer una hegemonía cultural que busca desviarnos de la Deidad, imponiendo filosofías y lisonjeando hasta "engañar, de ser posible, aun a los escogidos"².
Es muy preocupante que de la retórica se esté pasando lisa y llanamente a la violencia. Violencia que no pasa tan sólo por la cancelación, sino que se sumerge en el mar de la violencia física, la supresión de libertades, la promulgación de leyes anticristianas en muchos de los países más desarrollados de occidente, en los campus universitarios, etc. Baste mencionar el reciente asesinato en EEUU de un influyente defensor del cristianismo³ y crítico respetuoso del wokismo, la "interrupción voluntaria del embarazo" y otros aspectos sobresalientes de esta posmodernidad, aspectos que chocan contra las enseñanzas de Jesucristo.
La respuesta a estas atrocidades no debe ser otra que la que siempre inculcó el Maestro:
"Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al malo; antes bien, a cualquiera que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;
y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;
y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.
Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?
Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?"⁴
La respuesta siempre debe estar enmarcada dentro de los límites que impone la ley, pues se nos amonesta a que "(n)inguno quebrante las leyes del país, porque quien guarda las leyes de Dios no tiene necesidad de infringir las leyes del país.
[Dios nos pide que nos] sujete(mos), pues, a las potestades existentes, hasta que reine aquel cuyo derecho es reinar, y someta a todos sus enemigos debajo de sus pies."⁵
A algunos les parecerá ingenuo e inútil esta estrategia de defensa. Pero es la que Dios nos exhorta a desarrollar, pues "aun los cautivos le serán quitados al poderoso, y el botín será arrebatado al tirano; y yo [Dios] contenderé con el que contienda contigo, y yo salvaré a tus hijos."⁶ Toda vida está en Sus manos y Su accionar se extiende por todo ámbito y por las eternidades.
No es la primera vez en la historia que la cristiandad se enfrenta a mentiras, persecuciones y acoso. Al fin y al cabo, la batalla 𝘦𝘴 espiritual; comenzó en el inicio de los Tiempos y continuará hasta la Segunda Venida de Jesucristo, tal cual está profetizado:
"No os engañe nadie de ninguna manera, porque no vendrá [Jesucristo] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, oponiéndose y levantándose contra todo lo que se llama Dios, o lo que se adora; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios"⁷.
El más mínimo análisis de la situación mundial actual lleva a encajarla dentro de los parámetros descritos en estos versículos mencionados más arriba.
Por tanto, "sobre todo [dice el Señor], vestíos, como con un manto, con el vínculo de la caridad, que es el vínculo de la perfección y de la paz. Orad siempre para que no desmayéis, hasta que yo venga. He aquí, vendré presto y os tomaré para mí. Amén"⁸.
Esto espera Dios de nosotros.
(1) 2 Timoteo 3:1-5
(2) Marcos 13:22
(3) Charlie Kirk
(4) Mateo 5:38-47
(5) Doctrina y Convenios 58:21-22
(6) Isaías 49:25
(7) 2 Tesalonicenses 2:3-4
(8) Doctrina y Convenios 88:125-126
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