DE TODO VIENTO DE DOCTRINA

Marcos refiere en su Testamento a una experiencia singular que aconteció con los Apóstoles cuando una tormenta imprevista los sorprendió por la noche, mientras navegaban por el mar de Galilea.

La Guía para el estudio de las Escrituras nos dice respecto al mar de Galilea:
"Ubicado en el norte de Israel, también se le conocía en el Antiguo Testamento como el mar de Cineret; y en el Nuevo Testamento, como el lago de Genesaret o Tiberias. Allí enseñó Jesús varios de sus sermones... El mar tiene forma de pera y mide unos 20 kilómetros de largo por unos 12 kilómetros de ancho en su punto de mayor anchura. Se halla a unos 207 metros bajo el nivel del mar, lo cual con frecuencia hace que el clima sea sumamente caluroso. El choque del aire frío que sopla de las colinas con el aire caliente arriba del agua produce a menudo tormentas repentinas en el mar."
En la barca también estaba el Salvador, pero al tiempo que se levantaba la tormenta, Jesús estaba dormido.
Marcos relata el episodio con estas palabras:
"Y les dijo aquel día cuando anochecía: Pasemos al otro lado.
Y despidiendo a la multitud, le llevaron así como estaba en la barca; y había también con él otras barcas.
Entonces se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
Y levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento y se hizo grande bonanza.
Y a ellos les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Y tuvieron gran temor y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?" (1)
La experiencia de los Apóstoles en el mar de Galilea nos enseña que nadie está exento de sufrir tempestades inesperadas en su vida. Que no es infrecuente verse en medio de vendavales, y estar expuesto a toda clase de vientos que puedan hacerle tambalear.
Existen toda clase de tempestades y vientos a los que, eventualmente, debemos enfrentarnos en la travesía de nuestra vida.
En particular, Pablo nos advierte de una clase de vientos de engaño, fuertes o débiles, pero persuasivos y persistentes:
..."que ya no seamos... llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error..."(2)
Sucede que en el mundo contemporáneo de hoy es usual encontrar a "falsos profetas, que vienen a (nosotros) vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces"(3), que "harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos"(4).
Algunos de nosotros tendemos a creer que estos versiculos se refieren a los mercaderes de la religión que, con artimañas y lisonjas, desvían a los hombres del verdadero camino hacia la exaltación.
Pero esos lobos rapaces, vestidos de mansas ovejas, no solo predican religión, o filosofías de incomprensible naturaleza. También traen "vientos de doctrina(s)" que, como el adversario, "busca(n) que todos los hombres sean miserables" (5), despojádolos de la verdad y la libertad con que Dios los hizo libres(6), por medio de la lisonja, la adulación o la defensa de supuestos derechos que alegan proteger.
La experiencia de los Apóstoles en el mar de Galilea también nos enseña la manera de protegernos contra esa clase de "vientos y tempestades". Esa forma es simple, pero requiere de compromiso y esfuerzo.
Requiere, por sobre todo, de fe en Jesucristo y Su poder Salvador.
Al respecto, el Presidente Russell M. Nelson ha dicho:
"El Señor no requiere que tengamos una fe perfecta para tener acceso a Su poder perfecto, pero nos pide que creamos...
Se requiere esfuerzo para hacer algo bien. El convertirse en un verdadero discípulo de Jesucristo no es una excepción. Para aumentar su fe y confianza en Él se requiere esfuerzo...
No minimicen la fe que ya tienen."(7)
El maná hace tiempo que ha dejado de caer gratuitamente del cielo. Ya no existe un maná tangible cubriendo el suelo que pisamos.
Hoy tenemos la responsabilidad, como discípulos de Cristo, de vivir con los ojos bien abiertos; la mente enfocada en las verdades eternas; nuestra conducta edificada sobre la roca de Sus mandamientos; nuestra voluntad absorbida en la de Él, y nuestro corazón fundido en Su amor, con "el deseo de cantar la canción del amor que redime", para que, definitivamente, no seamos engañados "por estratagema(s) de hombres que... emplean con astucia las artimañas del error".
No podemos distraernos ni bajar la guardia.
(1) Marcos 4:35-41
(2) Efesios 4:14
(3) Mateo 7:15
(4) Mateo 24:24
(5) 2 Nefi 2:27
(6) Alma 58:40
(7) "Cristo ha resucitado; la fe en Él moverá montes", Conf. Gral. Abril 2021

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