OPOSICIÓN EN TODAS LAS COSAS
Uno de los pasajes más trascendentales de las Escrituras es el que recoge los consejos del profeta Lehi a su hijo Jacob, poco antes de abandonar su tabernáculo mortal.
Entre los principios básicos de la vida
que le enseñó, está el concepto de que "es preciso que haya una oposición
en todas las cosas"1.
La palabra oposición está asociada a la
existencia de obstáculos, impedimentos, adversidades, fuerzas que tienen por
objeto evitar una acción.
Desde una perspectiva simplista, y
seguramente muy humana, la oposición parece tener una connotación indeseable.
¿Quién, en su sano juicio, desearía fracasar, o encontrar dificultades que
sobrepujen su capacidad de lograr sus anhelos, o enfrentarse a fuerzas que
luchen contra lo que cree debe ser su camino de progreso personal?
No somos los humanos seres masoquistas,
a menos que padezcamos de algún problema psicológico.
Así y todo, resulta inevitable que
convivamos con la oposición. Por si fuera poco, se nos revela que ella existe
"en todas las cosas".
"Todo" implica que nada
existe fuera de lo que el vocablo engloba. En consecuencia la oposición
trasciende esta vida, trasciende a las personas y llega a presentarse en todas
las esferas.
Aun nuestro Padre Celestial debe lidiar
con ella como, por ejemplo, cuando tuvo que hacerlo al presentar Su plan de
Salvación.
Indudablemente Jesús mismo padeció de
oposición, como lo demuestra Su ministerio terrenal.
Sin embargo, ellos sabían cómo lidiar
con la oposición y vencerla. Su condición divina les daba la capacidad de
hacerlo.
En cambio, nosotros no siempre tenemos
la capacidad de vencer la oposición sin necesidad de recurrir a la ayuda
divina, "después de hacer cuanto podamos"2.
Existe en ello sabiduría, porque es
mediante la oposición que nos vemos estimulados a humillarnos ante Dios.
De manera que es posible percibir a la oposición
o la adversidad desde otra perspectiva, la cual la hace valiosa, necesaria y
beneficiosa.
Ciertamente la oposición nos empuja a
buscar la humildad.
También, la oposición es la forma en
que aprendemos a desarrollar nuestras capacidades y potencial. Sin oposición no
existiría progreso personal, pues sin enfrentar nuevas situaciones que nos
resulten adversas, no acrecentaríamos nuestros conocimientos y habilidades.
La oposición nos fortalece y acerca a
Dios. Su poder reside en nuestra debilidad, y nuestro poder en la gracia de
Dios:
"...Doy a los hombres debilidad
para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan
ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que
las cosas débiles sean fuertes para ellos"3.
La oposición -si la sabemos sobrellevar
con fe y actitud apropiadas- nos trae bendiciones: "Porque tras mucha
tribulación vienen las bendiciones4".
La oposición puede impulsarnos a la
obediencia a los mandamientos de Dios, sea por buscar auxilio, sentir gratitud
por la ayuda recibida o por el amor que nos une a nuestro Creador. De Jesús
testificó Pablo afirmando que "por lo que padeció aprendió la obediencia;
y [fue]perfeccionado..."5.
La oposición puede perfeccionarnos.
Asimismo, necesitamos de la oposición
para alcanzar la exaltación. No nos sería posible aspirar a la vida eterna sin
el Sacrificio Expiatorio de Jesucristo y el ejercicio apropiado de nuestro
albedrío moral, ejerciendo la fe y arrepentimiento necesarios para alcanzar el
perdón.
Más también debemos tener presente las
palabras del Señor a José Smith en la cárcel de Liberty:
"Hijo mío, paz a tu alma; tu
adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento;
y entonces, si lo sobrellevas bien,
Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos."6
Así que, si bien es imposible escapar a
la oposición, podemos aplicar a nuestras vidas la célebre frase de James Dean:
"No puedo cambiar la dirección del
viento, pero sí ajustar mis velas para llegar siempre a mi destino".
Nada mejor que ajustarlas para seguir a
Jesucristo.
(1) 2 Nefi 2:11
(2) 2 Nefi 25:22
(3) Éter 12:27
(4) Doctrina y Convenios 58:4
(5) Hebreos 5:8-9
(6) Doctrina y Convenios 121:7-8
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