ENTRE LO COMÚN Y LO NORMAL
En el diccionario de la Real
Academia Española leemos:
Normal: Dicho de una cosa que, por
su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de
antemano.
Común: Corriente, recibido y
admitido de todos o de la mayor parte.
Para muchas personas, los términos
común y normal les parecen sinónimos. A tal punto que la medida de la
normalidad pasa por qué tan común resulta determinada acción, concepto, idea o
postura.
De hecho, es frecuente que se
acepte como normal lo que simplemente es común, aunque desafíe o se oponga a
normas que, en el pasado reciente o lejano, hayan regido la legitimidad o
ilegitimidad de determinada situación.
Lo cierto es que para que algo
pueda entrar en la normalidad debería ceñirse a normas.
Desde un punto de vista jurídico,
las normas -que determinan la normalidad- se definen como las reglas de la
conducta justa, aquella que impele a hacer o a omitir hacer, para observar la
justicia.
Desde un punto de vista moral, las
normas determinan las conductas humanas para adecuar los actos del hombre hacia
el bien.
De manera que es imposible disociar
las normas de los conceptos de justicia y moral.
Pero ¿qué se entiende por justicia?
¿En qué consiste el bien?
Los filósofos, intelectuales y
juristas han tratado estas preguntas desde siempre.
Desde los pensadores griegos de la
antigüedad al mundo intelectual de hoy, se han propuesto distintas concepciones
de la justicia y del bien y del mal.
Para algunos, esos conceptos
resultan naturales, propios de la existencia del ser humano que los capta
intuitivamente.
Otros los sitúan en las antípodas,
afirmando que resultan del contrato social que los integrantes de un Estado
acuerdan, y sobre el cual establecen leyes mandatorias para asegurar la
convivencia y la felicidad colectiva.
Las bases teológicas sobre estos
asuntos han ido perdiendo fuerza desde que, a partir del avance del humanismo,
la vida se centra exclusivamente en el hombre y se aparta de la creencia de lo
Divino.
En definitiva, se trata de
establecer cuál es la fuente que determina las normas que establecen qué es lo
justo y qué es lo bueno.
¿Puede la creencia en Dios -y en
particular, la doctrina judeo-cristiana contenida en las Escrituras- establecer
con claridad que Dios es la fuente de conocimiento del bien y Su palabra la
expresión última de lo justo?
Si así fuera, la historia no
registraría los dramas causados por las guerras religiosas, con "gran
confusión y malos sentimientos —sacerdote contendiendo con sacerdote, y
converso con converso— de modo que toda [la] buena voluntad del uno para con el
otro, si es que alguna vez [se abrigó], se [pierde] completamente en una lucha
de palabras y contienda de opiniones"1, cuando no trayendo
muerte y desolación.
La creencia sólo se afirma en
interpretaciones personales, olvidando "que ninguna profecía de la
Escritura es de interpretación privada, porque la profecía nunca fue dada por
voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo".2
Entonces, ¿cómo es posible conocer
la verdad? ¿Cómo es posible hallar la manera de encontrarla, para que el hombre
alcance la paz del alma que tanto necesita?
La clave está en el TESTIMONIO: la
certeza personal del "conocimiento y confirmación espiritual que da el
Espíritu Santo"3.
Al comprender lo esencial de un
testimonio, se llega a entender el porqué del énfasis que el Presidente Russell
M. Nelson pone en este asunto:
"Les ruego que se hagan cargo
de su propio testimonio de Jesucristo. Trabajen para conseguirlo; háganse
responsables de él. Cuídenlo, nútranlo de manera que crezca. Luego, observen
cómo se producen milagros en sus vidas”.4
Con un testimonio firme es posible
conocer la verdad, pues Dios es la fuente de toda verdad.
¿Qué es, entonces, la verdad?
"La verdad es el conocimiento
de las cosas como son, como eran y como han de ser".5
El Presidente Nelson también ha
advertido que "en los días futuros, no será posible sobrevivir
espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y
constante del Espíritu Santo."6
Sin duda, a medida que
fortalezcamos nuestro testimonio, y recibamos del Espíritu Santo la revelación
que necesitemos para nuestras vidas, podremos no sólo recurrir a la fuente de
toda verdad para obtener conocimiento, sino también aprenderemos a distinguir
entre lo normal y lo común, centrando nuestra percepción en las normas que
emanan de quien nos ama con un amor perfecto.
Sabremos, a ciencia cierta, qué de
lo común hoy en día es conveniente para nuestra felicidad y qué no. Sabremos a
qué normas ceñir nuestros deseos, sentimientos y voluntad.
Podremos decir, como José Smith
afirmó:"... yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni
osaría hacerlo...".7
(1) José Smith-Historia 6
(2) 2 Pedro 1:20-21
(3) Guía para el Estudio de las
Escrituras
(4) Devocional se transmitió en todo
el mundo desde el Centro de Conferencias para jóvenes adultos de 18 a 30 años
el domingo, 15 de mayo de 2022
(5) Doctrina y Convenios 93:24
(6)Revelación para la Iglesia,
revelación para nuestras vidas, Conf. Gral. abril 2018
(7) José Smith-Historia 25
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