CARTA A UNA FEMINISTA RADICAL

Estimada amiga: 

Respeto el derecho que  tienes de tener tus propias opiniones.

Y sobre lo que no sé, no opino.

Pero diré sí, que no todos los varones somos iguales (ni las mujeres), pero todos somos hijos e hijas de Dios. Algunos viven los preceptos de Dios más que otros (Dios juzgará eso).

Pero, por favor, ser galante, caballeroso y cortés, servicial, amable o reconocer con un halago el valor de una mujer, no significa menoscabarla, tener en menos sus derechos que son los mismos que los derechos de los demás, pues Dios no hace acepción de personas.

Considero muy injusto, triste, inhumano y condenable toda forma de machismo, degradación, mal trato o lesión de los derechos de una mujer, y toda acción semejante hacia cualquiera de las hijas de Dios.

Ningún hombre debería jamás inferiorizar a una mujer, ya sea su hermana espiritual, su esposa , madre, hija o simplemente conciudadana del mundo. Ejemplos de eso sobran (y muchas veces, por razones que no vienen al caso mencionar aquí, se mira para el costado).

Pero tengamos la certeza de que el trato amable y de distinción de un varón respecto de una mujer, de un varón que tenga a Cristo por modelo, o un modelo semejante, nunca será de menosprecio hacia la mujer. Más bien es una una forma de honrarla y reconocer su valor.

He escuchado a no pocas mujeres decir que ser caballeroso con ellas es reafirmar un sentimiento de superioridad o dominio de parte del varón hacia la mujer. Eso es una falacia, aunque existan algunos desubicados que, al proceder conforme a esa conducta, se sientan proclives a esa creencia incalificable.

Enfrentar hombres contra mujeres o viceversa, basados en una ideología de lucha, creando una brecha alimentada por odios y maltratos que son condenables, y por las injusticias que lamentablemente acarrean, no va a garantizar los derechos de las mujeres ni eliminar el machismo incalificable.

Por otro lado, promover y enseñar valores que enzalcen la mujer, defender la irrestricta igualdad de oportunidades entre ambos sexos, y fomentar una cultura de no violencia y respeto mutuos, ciertamente logrará la justicia que se busca.

Y esa justicia está en la esencia de la Cristiandad.

Respecto de los matrimonio, es destacable la admonición de Pablo:

"Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella..."¹

En términos generales, las Escrituras cristianas dejan en claro que "en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón".²

Como lo resumió hace ya muchos años John A. Widtsoe:

“El lugar de la mujer... es junto al hombre, no detrás de él ni delante de él... entre los hombres y las mujeres hay plena igualdad, y el Evangelio fue ideado por el Señor para mujeres y hombres por igual."³ 


(1) Efesios 5:25

(2) 1 Corintios 11:11

(3) Improvement Era, marzo de 1942, pág. 161

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