NEGAR EL 𝘠𝘖
Centrar la vida en uno mismo es perderla. No se trata de egoísmo, una debilidad que ha sido compañera de la humanidad desde sus principios. Tampoco se trata de falta de altruismo, aunque el egocentrismo sea coadyuvante de esa falta de amor que genera. Poner el 𝘺𝘰 en primer lugar -y por encima de todo- lleva paradojalmente a perder la verdadera identidad. En otras palabras, a desnaturalizar al hombre. Empecemos por lo más elemental. Cuando uno se pone en el vértice de la realidad, cuando uno siente que nada existe por encima de uno ni nada que le condicione, es entonces que se visualiza como su propio creador, sustituyendo a Dios y, consecuentemente, la fuente de la cual abrevar la moral que le permita distinguir el bien del mal. Esto ya es, de por sí, gravísimo. Porque el hombre se convierte así en juez y parte. Conforma su propio sentido del bien y el mal y -renegando de Dios- trata de usurpar Su divina posición. De esta forma, en un proceso que ha durado décadas, comenza...