NEGAR EL 𝘠𝘖

Centrar la vida en uno mismo es perderla. No se trata de egoísmo, una debilidad que ha sido compañera de la humanidad desde sus principios.

Tampoco se trata de falta de altruismo, aunque el egocentrismo sea coadyuvante de esa falta de amor que genera.

Poner el 𝘺𝘰 en primer lugar -y por encima de todo- lleva paradojalmente a perder la verdadera identidad. En otras palabras, a desnaturalizar al hombre.

Empecemos por lo más elemental. Cuando uno se pone en el vértice de la realidad, cuando uno siente que nada existe por encima de uno ni nada que le condicione, es entonces que se visualiza como su propio creador, sustituyendo a Dios y, consecuentemente, la fuente de la cual abrevar la moral que le permita distinguir el bien del mal.

Esto ya es, de por sí,  gravísimo. Porque el hombre se convierte así en juez y parte. Conforma su propio sentido del bien y el mal y  -renegando de Dios- trata de usurpar Su divina posición.

De esta forma, en un proceso que ha durado décadas, comenzando con filósofos de los años 60 como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir -por mencionar tal vez los más conocidos-, y siguiendo por los que han promovido ideologías como la de la autopercepción como única conexión válida del conocimiento con la realidad (y otras posturas egocéntricas) hemos llegado a una era en la que el relativismo moral, el ateísmo, el ataque a la maternidad, la exaltación de la interrupción voluntaria de la vida (ya sea en el vientre de la madre o a través de la eutanasia) y otras "vanguardias sociales", se han transformado en pilares de una hegemonía cultural alineada con la destrucción de la humanidad. 

Todos estos pilares de deshumanización han sido abrazados cada vez en mayor proporción por una población que sólo se preocupa por redes sociales, noticias y entretenimientos frívolos, por buscar no salirse de la corriente políticamente correcta o por cancelar toda opinión discrepante con las premisas que promueven quienes tanto admiran.

La concepción cristiana está en las antípodas de la supremacía del 𝘺𝘰.

"Y llamando [Jesús] a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará."¹

¿Qué significa "venir en pos de mí"? ¿Qué quiso decir Jesús con "negarse a sí mismo"? ¿Acaso ello implica perder la libertad, dejar de 𝘴𝘦𝘳 𝘭𝘪𝘣𝘳𝘦  para convertirse en un ente sin voluntad?

De ninguna manera. Jesús combatía la idolatría del yo, el culto a la vanidad. Centraba Su ministerio en promover el amor al prójimo, manifestado en el servicio y la misericordia. 

Entendía que sólo el conocimiento de la Verdad, aquella que existe por sí misma y es independiente del ser humano, era capaz de proveer la Libertad en su plenitud, aquella que trae gozo al alma y propósito a la existencia.²

"Existen los hombres para que tengan gozo"³. El gozo de sentir la vida, el gozo de sentir el bien, el gozo de sentir Su amor y el gozo de tener la esperanza de vencer el aguijón de la muerte⁴.

Tristemente, ese aguijón penetra en el corazón de muchos, aun antes de su partida de este mundo. Caminan como muertos en vida, enfrascados en mil batallas reales y otras dentro  del alma, no encontrando el reposo que buscan de sus angustias.

Entregados a teorías de hombres, que aún en la buena intención, sólo llevan al desierto de las miserias y siembran la soledad en medio de las muchedumbres, deambulan por la vida con placeres y dolores, alegrías y tristezas, pero inexorablemente acompañados sólo por sí mismos, por ese yo que enzalzan, hasta que llegan al final del camino. Pues "hay camino que al hombre le parece recto, pero su fin es camino de muerte"⁵.

"Oh las vanidades, y las flaquezas, y las necedades de los hombres! Cuando son instruidos se creen sabios, y no escuchan el consejo de Dios, porque lo menosprecian, suponiendo que saben por sí mismos; por tanto, su sabiduría es locura, y de nada les sirve; y perecerán."⁶

Ciertamente, como alguien enseñó, "hasta el camino más largo comienza por el primer paso". 

Lo que nunca debiera ocurrir es que ese primer paso sea centrar la vida en nuestro yo. Antes, deberíamos hacerlo en Jesucristo y Sus enseñanzas.


(1) Marcos 8:34-35

(2) Véase Juan 8:31-32

(3) 2 Nefi 2:25

(4) Vease 1 Corintios 15:55

(5) Proverbios 16:25

(6)  2 Nefi 9:28

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