POR TANTO, ESFUÉRZATE Y SÉ VALIENTE

Hace unos días escuché a un devoto cristiano decir que ser discípulo de Cristo significaba mucho sacrificio, muchas pruebas e incluso dolor y tribulaciones, pues esa era la forma de ejercer fe en el Señor.

Es cierto que en la vida enfrentamos problemas, oposición y aún persecución por nuestras creencias y valores, que tan alejados se encuentran de lo políticamente correcto que propone el mundo.

Incluso, en muchas regiones del mundo, profesar la religión cristiana pone en riesgo la propia vida. 

Por ejemplo:

"Un total de 4.476 cristianos fueron asesinados por su fe en todo el mundo entre octubre de 2023 y el 30 septiembre de 2024, según la Lista Mundial de la Persecución (LMP) presentada este miércoles por la organización Puertas Abiertas, que clasifica los países donde los cristianos sufren la persecución y la discriminación más extremas...

Respecto a los cristianos en el África Subsahariana obligados a desplazarse por la violencia la cifra ha descendido a 16 millones, frente a los 16,2 del año anterior mientras que la cifra de cristianos en el mundo que se enfrentan niveles altos de persecución asciende a 380 millones, frente a los 365 de 2024."¹

Estas noticias pasan casi desapercibidas en medio de la vorágine de informaciones sobre oteas formas de violencia en el mundo.

Pero, sin desestimar estos datos, existen en el mundo unos  2400 millones de cristianos, diseminados por muchas naciones, muchos de los cuales  pueden ejercer su credo sin esas situaciones extremas, aunque -en no pocos casos- se los discrimina, acosa y culpa de muchos de las males de la sociedad, males que la misma sociedad incuba en su seno.

La cuestión es que, entre quienes tenemos la dicha de vivir en países donde existe la libertad de religión, el elegir ser discipulos de Cristo no significa entrar en una hermandad de condenados a sufrir las exigencias de un Dios que nos somete a toda clase de sacrificios y penurias, a no ser que entendamos por sacrificio "renunciar a los valores del mundo" que contrarían las enseñanzas de Jesús.

Todos, sin importar su credo, sufren oposición, adversidad, dolor, pérdidas, tribulaciones y aflicciones, y también tienen su cuota de felicidad y paz. Es la ley de la vida.

De manera que Dios no espera de nosotros sufrimientos y penurias, como creían  los de antaño que se autoinfligían daños corporales para manifestar su fe en Dios.

¿Qué espera Dios al revelarnos Su existencia y Su amor infinito por nosotros?

A los discípulos Pablo dijo:

"Así que, por medio de él [Jesucristo] ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, a saber, fruto de labios que confiesen su nombre. 

Y de hacer el bien y de compartir no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios."²

Lo que Dios espera de nosotros es que seamos  íntegros: ser uno con Él en pensamiento, palabras y acción; el compromiso de vivir plenamente los convenios que concertamos con Él, objetivo para el cual, a pesar de nuestras debilidades, contamos con Su ayuda pues "es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos"³

La tibiedad no es de Su agrado⁴. La cualidad de ser valiente⁵ y, por tanto, comprometido con Su causa, es el motivo de Su complacencia.

Compromiso con Él es amor y honor, lealtad y obediencia, humildad e iniciativa. Es fruto del testimonio y la esperanza que anidan en la mente y en el corazón del discípulo sincero.

"Por lo cual [debemos] aviv(ar) el fuego del don de Dios que está en [nosotros]...

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio.

Por tanto, no [nos]averg(oncemos) del testimonio de nuestro Señor..."⁶


(1) Fuente: Infobae, 15 de enero de 2025

(2) Hebreos 13:15-16

(3) 2 Nefi 25:23

(4) Véase Apocalipsis 3:16

(5)  Véase Josué 1:7

(6)  2 Timoteo 1:6-8

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