EN ÉSTA Y TODAS LAS NAVIDADES

Ciertamente es ésta, la celebración de la Navidad -aunque sea en forma laica-, una ocasión para olvidar penas, dificultades financieras, problemas cotidianos, y volcarse a festejar, aunque más no sea para intercambiar regalos, comer en exceso y participar de bebidas espirituosas que, se cree, fortalecen la amistad, la paz y  el bienestar del alma.

Lástima que, aun así, los efectos duren poco más de 24 horas, resaca e indigestión incluidas.

En un mundo donde el laicismo y la tibieza reinan, pensar en que la Navidad es de Jesucristo y al Él debemos consagrarla; hablar de Jesús, predicar de Su misión, resaltar Su carácter de Salvador del mundo;  afirmar que la solución a los padecimientos del mundo, pasan, si tan sólo se llevaran a la práctica, por seguir Sus enseñanzas aun negando Su Su divinidad, resulta en una conducta politicamente incorrecta para gran parte de quienes mueven los hilos de la Humanidad, o se dejan mover por esos hilos.

Lo que no parece incorrecto es embarcarse en guerras atroces, en corrupciones múltiples y crímenes diversos, tan diversos como la pléyade de teorías, ideologías, constructos sociales y wokismo que inundan el mundo.

Países donde la libertad no figura en el diccionario; donde la inmoralidad es aplaudida; donde las voces que claman por libertad religiosa son acalladas y donde la vida vale menos que el costo de una "interrupción voluntaria de ella", o el de una mal llamada "muerte digna", circunstancias ambas que figuran al tope de la actual lista de derechos humanos.

¿Coincide toda esta "política correcta" con las enseñanzas de Jesús? ¿Es para esto que recordamos -o algunos aparentamos recordar- al pequeño niño nacido en un humilde pesebre en Belén?

Ojalá no sea éste el caso en la mayoría de los lugares donde prenden las luces que adornan el árbol de Navidad, y lo llenan de regalos a sus pies. Ni sea el caso de quienes, con amor, recontruyen un pesebre , no por tradición, sino porque les recuerda el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador.

De ateos o creyentes de otras religiones no es atinado opinar. Pero de entre los más de 2.5 mil millones de cristianos sobre la tierra, es de esperar que, esta Navidad, las raíces de la fe en Jesucristo no sólo se renueven, sino que se fortalezcan para que el resto del año, todos juntos, nos constituyamos en una fuerza espiritual que adhiera firmemente a los principios enseñados por "el niñito de Belén"; tanto por palabra como en ejemplo. 

Que nuestras voces defendiendo Sus principios iluminen el mundo, y no se intimidan ni ante cancelaciones, burlas ni señalamientos con el dedo del escarnio.

Porque ser de y en Cristo es enfrentar con coraje la batalla espiritual de la que habló Pablo en su epístola a los Efesios:

"..fortaleceos en el Señor, y en la fuerza de su poder...

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes.

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia.

Y calzados los pies con la preparación del evangelio de paz;

sobre todo, tomad el escudo de la fe, con el que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;

orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos..."¹

Así sea, amén.


(1) Efesios 6:10-18

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