APRENDER A RECONOCER LA GUÍA DEL ESPIRITU SANTO

José Smith, el Profeta de la Restauración, incluyó en su declaración sobre los Artículos de Fe de la Iglesia, el testimonio de que "los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo"¹.

La mención del don del Espíritu Santo al final de ese Artículo resalta la trascendencia de que entendamos que la compañía del Espíritu Santo en el transitar de nuestra vida no sólo puede considerarse un privilegio que sigue al los pasos previamente mencionados, sino que es también una necesidad para todo miembro de la Iglesia.

Ya hemos mencionado varias veces la impresionante declaración del Presidente Nelson M. Russell sobre esta necesidad:

"En los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo."²

Ahora bien, siendo el Espíritu Santo un personaje de espíritu -valga la redundancia-, es imposible percibir sus manifestaciones a través de nuestra naturaleza temporal. Los sentidos que usamos para relacionarnos con el mundo físico que nos rodea no poseen la capacidad de permitirnos una comunicación real con Él.

Como decía Pablo a los Corintios, "Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha dado; 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por humana sabiduría, sino con las enseñadas por el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual."³

Ese acomodar "lo espiritual a los espiritual" significa que debemos ejercitar nuestros sentidos espirituales de percepción para poder "escuchar, interpretar y poner en accion" la ministración de nuestras vidas por parte del Espíritu que mana de Dios.

Así como nadie nace hablando un idioma y entendiendo lo que, con amor y dedicación, unos padres amorosos dicen a sus hijos en tanto los crían en los primeros tiempos de su vida terrenal, nosotros al nacer de nuevo de las aguas bautismales, nos vemos en las mismas circunstancias con respecto a la ministración del Espíritu Santo. 

Pero como a un bebé, en circunstancias normales, le es posible aprender a comunicarse con dos padres, entender lo que le dicen y llaga a mantener conversaciones inteligibles con ellos, así también le es posible a los nuevos conversos y miembros de la Iglesia en general, aprender a vivir reconociendo y entendiendo la voz del Espíritu.

Tan esencial resulta ello, que ambas oraciones sacramentales terminan con la promesa :"para que siempre puedan tener su Espíritu consigo"⁴.

También nosotros, para aprender el lenguaje del Espíritu, para escucharle y entender Sus impresiones, debemos pasar por un proceso de aprendizaje desde el momento de nuestro bautismo en adelante.

Este procedimiento incluye el método del ensayo y error, el método de la repetición y el uso de la reflexión como herramienta de evaluación.

Tal vez, al principio, sintamos "algo" que nos "susurra". En algunos casos seguiremos sus pautas y, en otros, las ignoraremos. Los resultados serán variables. 

Unas veces, por seguirlas, comprobaremos lo acertado de nuestra decisión al resultar decisivas para vencer los desafíos que enfrentemos. En otras, aun siguiéndolas, no obtendremos resultado alguno o cometeremos errores indeseables.

En otros casos, nos daremos cuenta que debíamos haber seguido sus indicaciones y, el no haberlo hecho, nos perjudicó.

De la reflexión sobre esa variedad de casos que vamos experimentando con el tiempo, y por el resultado obtenido en cada caso, después de muchas repeticiones de situaciones similares, iremos "aprendiendo" cuándo determinado sentimiento resulta de origen divino y cuando no. Con el tiempo adquirimos la experiencia necesaria para "reconocer" la voz espiritual del tercer miembro de la Trinidad y nos beneficiaremos de obedecerla.

Lleva tiempo, paciencia, voluntad y confianza pasar por ese proceso. Pero es real.

El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la comunicación espiritual de esta manera: 

“El Espíritu Santo se comunica con una voz que se siente más de lo que se oye. Se la ha descrito como una voz suave y apacible [véase D. y C. 85:6]. Aunque decimos que ‘escuchamos’ los susurros del Espíritu, por lo general describimos la inspiración espiritual diciendo: ‘Tuve una impresión…’.

“La revelación se recibe en palabras que sentimos, más de lo que las oímos. Nefi les dijo a sus hermanos desobedientes, quienes habían recibido la visita de un ángel: ‘…habíais dejado de sentir, de modo que no pudisteis sentir sus palabras’ [1 Nefi 17:45]”.⁵ 

El Presidente David O. McKay solía citar una frase que tuvo oportunidad de leer cuando se encontraba en su misión en Escocia: "Cualquiera sea tu arte, haz bien tu parte”⁶.

De eso se trata. De esforzarse activamente por aprender a dejarse guiar por el Espíritu Santo; derecho y deber que compartimos todos los miembros de La Iglesia de Jesucristo.


(1) Artículo de Fe 

(2) Presidente Russell M. Nelson,Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas, Conf. Gral. abril 2018)

(3) 1 Corintios 2:12-13

(4) Doctrina y Convenios 20:77, 79

(5) Véase Liahona, enero de 1995, pág. 69

(6) Citado por el élder Quentin L. Cook Del Quórum de los Doce Apóstoles, en una charla fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia para jóvenes adultos presentada en la Universidad Brigham Young–Idaho el 4 de marzo de 2012.


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