¿DIOS HA MUERTO?

En marzo del 2022 escribí un artículo sobre el amor.Hacía mención al título de una película que había ganado el Oscar ese año.

Al respecto decía: "Nadie está justificado en confundir algunas o todas las facetas del amor entre sí, ni enseñar que el amor es uno sólo y no tiene forma. El amor no tiene "la forma del agua" -como reza el título de una película recientemente consagrada con el Oscar- que se adapta al recipiente que lo contiene, y por ende, carece de forma propia y puede concebirse de cualquier manera."

Lo que en ese entonces era una referencia al amor, puede extenderse también a lo que ha sido uno de los mayores cambios sociales en la posición filosófica ante la vida, cambio implantado y desarrollado por pensadores contemporáneos consustanciados con ideologías y la defensa de "valores" que transgreden los límites de lo que, hasta medio siglo atrás, prevalecian en las sociedades occidentales.

Hagamos un poco de historia. 

En el siglo XV se inventa la imprenta. Hasta ese entonces el conocimiento y los valores de la civilización occidental se basaban en las tradiciones orales y los relativamente pocos manuscritos existentes, mayormente basados en los filósofos griegos y romanos de la antigüedad, y en la literatura judeo-cristiana que sobrevivió a los siglos que le precedieron.

Entre las culturas de raíz judeocristiana prevalecía el concepto de que la fuente de la verdad yacía en las revelaciones de Dios y las tradiciones religiosas prevalentes. Existían verdades absolutas al alcance del hombre pero que yacían fuera de él, en el ámbito de lo Divino.

Con la invención de la imprenta y los avances en el campo de la ciencias, el conocimiento se fue universalizando, abandonando los claustros monacales y particularmente, a partir de la Revolución Industrial, la verdad y su búsqueda  fueron desplazándose hacia las ciencias y la razón. 

Se llegó así a la llamada Época Moderna, donde la verdad se reverenciaba en base a los descubrimientos científicos del hombre y al uso de su capacidad de raciocinio. Las tradiciones fueron sustituidas por la razón y el método científico, siendo su difusión realizada a través de los libros impresos.

Hubo, en las capas instruidas de las sociedades, un desplazamiento desde Dios hacia el hombre, que se sintió con la capacidad de prescindir de Él y ponerse en su lugar. Así, el centro del Universo pasó a estar ocupado por el Hombre.

Con el advenimiento de las nuevas tecnologías y la Revolución de la Información, la Época Moderna dio paso a la Posmodernidad en que vivimos hoy. 

En la segunda mitad del siglo XX con el desarrollo de la píldora anticonceptiva, los estragos de dos guerras mundiales que desacreditaron los valores sobre los que se construyó la Modernidad, y el levantamiento de ciertas resticciones morales que la vanguardia intelectual tomaba por injustificados tabúes, se produjeron cambios sustanciales en la forma de concebir la vida de las personas y la existencia de las sociedades.
Asi, con las anteriores barreras de la moral judeocristiana derribadas, se comenzaron a cuestionar muchos de los pilares que constituían el fundamento de la civilización occidental: la familia, la sexualidad, la relación hombre-mujer, la penalización del aborto y el uso recreativo de drogas, hasta llegar a cuestionarse la propia esencia de la persona humana.

Se llega así a dejar de ver la razón y las ciencias como fundamento de la verdad, y se los sustituye por los sentimientos. La nueva fórmula es: soy lo que siento.

Esta forma lleva a la fluidificación del individuo, a que su ser se conforme a su gusto, como el agua toma la forma del recipiente qie lo contiene. Para decirlo en términos más sencillos y populares, la persona pasa a ser lo que se autopercibe.

Por eso la alusión al titulo de aquella película del artículo acerca el amor. Hoy prevalece el concepto de que la persona se conforma al recipiente que, a través de sus sentimientos, construye en su subjetividad. 
En otras palabras, la verdad ya no es exterior al individuo, pierde su objetividad, y pasa a adaptarse a lo que la persona siente, transformándose esta última en el recipiente que le da forma. Así, la verdad se convirte en posverdad.

Esa posverdad se propala irresponsablemente a través de las redes sociales que, en muchos casos, se convierten en contenedores llenos de falsedades.

¿A qué huele todo esto?

A que en la Posmodernidad (léase los Últimos Días antes de la Segunda Venida del Salvador), el hombre natural toma definitivamente la posta en la llamada ola vanguardista de la sociedad.

Pero sabemos -los que seguimos a Cristo- que "el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás"¹. 

Es ese hombre natural el que promueve la doctrina de la autopercepción. La consecuencia inmediata es la pérdida de la perspectiva eterna que las revelaciones de Dios ofrecen, llevando a la concordar con Nietzsche, quien afirmaba que Dios había muerto.
Tal vez un poco de razón le cabía a Nietzsche -desde su punto de vista-, porque ciertamente Dios muere para el hombre natural porque "(Su) Espíritu no luchará siempre con el hombre"², sino que, quien lo niega, "antes que se dé cuenta, queda abandonado a sí mismo para dar coces contra el aguijón, para perseguir a los santos y combatir contra Dios"³.

De una cosa podemos estar seguros: 
"...la verdad es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser"⁴, independientemente de lo que sienta el hombre, "a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente infligir sobre él, tal como un niño se somete a su padre"⁵.

En ese caso, el círculo se cierra y el hombre vuelve a la Fuente de toda verdad.


(1) Mosiah 3:19
(2) Doctrina y Convenios 1:33
(3) Doctrina y Convenios 121:38
(4) Doctrina y Convenios 93:24
(5) Mosiah 3:19

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