EL PRINCIPIO DE NUESTRA MEJORA CONTINUA

La constancia en permanecer aferrados a los principios eternos de felicidad nos da la fuerza y sabiduría necesarias para introducir los cambios que necesitemos para progresar hasta alcanzar la plenitud del propósito de nuestra existencia: volver a morar con Dios para siempre.

Pero el esfuerzo por aferrarnos a la palabra de Dios no sólo implica consecuencias eternas, sino también en nuestro día a día. 

Pues el progreso no es un milagro espontáneo que resulta inmediatamente como consecuencia de nuestros buenos deseos. 

Es un proceso que nos llevará más allá de esta vida, aún por todo el camino que transitemos -después de convertirnos en merecedores de alcanzar la vida eterna- hasta finalmente entrar en nuestra exaltación.

Lo que importa es la mejora continua. 

Lo que importa es vivir esa clase de integridad que permite que -una vez superada una debilidad- la dejemos para atrás por siempre.

Sin embargo, aun desde esta perspectiva, el desafío de mejorar en algunos aspectos puede resultarnos imposible de remontar.

Ello no debe resultarnos vergonzoso, a menos que persistamos en nuestra zona de confort y nada hagamos por cambiar.

Para quienes desean alcanzar un estado de mejora continua, existe a su disposición la ayuda perfecta: la gracia de Cristo.

Es en Él que podemos perfeccionarnos¹. Necesitamos de Su gracia para nuestra mejora continua.

Por eso Pablo se complacía en decir: "de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo"².

Pero debemos siempre recordar "que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos"³

En cierta ocasion, Jimmy Dean dijo: "No puedo cambiar la dirección del viento, pero puedo ajustar mis velas para llegar siempre a mi destino".

Tal vez nuestras debilidades, los obstáculos que enfrentemos en nuestra vida, la oposición omnipresente o simplemente la enemistad del adversario, nos parezcan imposibles de controlar. 

Pero si ajustamos nuestras decisiones apropiadamente a las enseñanzas de Jesús y a la voluntad de Dios, con certeza llegaremos a nuestro destino eterno.

En esto se fundamenta el principio de nuestra mejora continua.


(1) Ver Moroni 10:32

(2) 2 Corintios 12:9

(3) 2 Nefi 25:23


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