LA REALIDAD DEL MINISTERIO DE JESUCRISTO

Jesús nació hace más de dos mil años. Murió tempranamente, a Sus 33 años. 

Sin embargo, Él vive hoy.

Enseñó en las tierras de una Judea ya muy lejana en el tiempo, con Su ejemplo, con Sus palabras, con Su misericordia y con Su amor incondicional. Enseñó el único camino  que engendra en los corazones de los hombres la esperanza de una vida eterna gloriosa. Sus palabras resonaron hace más de dos mil años en oídos de discípulos e incrédulos.

Sin embargo, Él vive hoy.

Padeció en Getsemani un dolor inimaginable para la mente del hombre. Un sufrimiento que entregó a la humanidad el don de la inmortalidad y una recompensa justa por las obras, pensamientos y deseos del corazón de una manera también incomprensible para nosotros.

Resucitó después de Su ignominosa muerte en forma milagrosa, en un acontecimiento que jamás había ocurrido antes de Su sacrificio expiatorio. 

Ascendió hasta el trono Celestial de Su Padre, de nuestro Padre, y desde allí continuó Su ministerio en favor de todos los hombres sin distinción.

Así, Él sigue vivo y real. 

Lo que pasó hace más de dos mil años cambió la perspectiva de la humanidad, tal como fue profetizado desde el principio. 

Pero la realidad de Su ministerio no terminó en Su resurrección y posterior ascención. 

Continúa hoy en día.

Continúa en la vida de cada uno de Sus discípulos contemporáneos. En la vida de quienes, aún en sus debilidades y errores, le adoran como el Salvador, como el Redentor, como el Hijo Unigénito del único Dios viviente y verdedero.

Continúa a pesar de la cancelación que sufren Sus enseñanzas de parte de quienes no las comparten, y que recurren al insulto en lugar del debido respeto que no dejan de reclamar para sí.

De Él se escribió en el pasado:

"Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo.  Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos."¹

Y de Él se testifica hoy:

"Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive!"².

En medio de las tribulaciones que vive el mundo en la actualidad; en medio de las pruebas y dolores que nos puede tocar sufrir, aun a pesar de buscar anhelosamente ser Sus discipulos; en medio de burlas, persecuciones y hostigamientos; en medio de enfermedades, tragedias y pesares que acontecen aun a los más fieles, podemos también testificar que:

"Conforme confiamos en Jesucristo y Su Expiación, Él puede ayudarnos a sobrellevar nuestras pruebas, enfermedades y dolores. Podemos ser llenos de gozo, paz y consuelo. Todo lo que es injusto en la vida se puede remediar por medio de la Expiación de Jesucristo."³


(1) Alma 7:11-12

(2) Doctrina y Convenios 76:22

(3) Predicad mi Evangelio,

Capítulo 3: Lección 2 El plan de salvación del Padre Celestial, pág. 56

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