CAMBIAR AL MUNDO

Recientemente escuché en un medio de comunicación masiva la invitación a una especie de seminario basado en el tema:"Cambiemos el mundo".

El título del seminario me llevó a algunas reflexiones.

El mundo, ¿es estático? No. Ya de por sí está en continuo cambio.

¿En qué dirección cambia? ¿Es posible congeniar la voluntad de más de ocho mil millones de personas para dirigir al mundo en su permanente cambio? No.

Un porcentaje relativamente bajo de entre los habitantes del planeta ostenta poder para participar en los esfuerzos por cambiar al mundo. Sin importar cómo llegaron a esa posición, y si pueden acordar en un plan de cambios, ¿qué dirección darían a esos cambios?

Las declaraciones principistas respecto de la búsqueda de la felicidad y bienestar de la raza humana chocan con la realidad de los hechos que dominan los noticieros y redes sociales.

¿Por qué? 

¿Qué hacer? 

¿Qué esperar de quienes tienen el futuro del mundo en sus manos?

𝐿𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑟𝑜𝑏𝑙𝑒𝑚𝑎𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑠𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒𝑛 𝑠ó𝑙𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖é𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑎 𝐷𝑖𝑜𝑠, 𝑒𝑙 𝐶𝑟𝑒𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑦 𝑃𝑎𝑑𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎.

Sus mandamientos constituyen el mapa que conduce hacia la paz y la felicidad; hacia la desaparición de la pobreza y las injusticias; hacia la desaparición de los odios y los egoísmos; a la superación humana que vence 'línea por línea, precepto por precepto" sus debilidades, sus errores y aún sus pecados.

¿Es esto una utopía?

La historia muestra que, a nivel universal, tal vez lo sea. 

Pero cada uno de nosotros, sin importar si somos muchos o pocos, podemos tomar la decisión de "veni(r) a Cristo, y perfecciona(rnos) en él, y abstene(rnos) de toda impiedad, y si (n)os absten(emos) de toda impiedad, y am(amos) a Dios con todo (n)uestro poder, mente y fuerza, entonces su gracia (n)os es suficiente, para que por su gracia se(amos) perfectos en Cristo; y si por la gracia de Dios so(mos) perfectos en Cristo, de ningún modo podr(emos) negar el poder de Dios."¹

Nadie es perfecto. Tampoco puede cambiar al mundo por sí solo. Pero puede cambiar suvida y la de sus seres queridos, su familia, su cónyuge, su vecino, su prójimo, su entorno, esforzándose por "tomar su cruz y seguir a Cristo"².

Lamentablemente muchos están embebidos de un espíritu contrario a las enseñanzas del Salvador; pero sin dudas, "el que quiera hacer la voluntad de [Dios] conocerá si la doctrina es de Dios o si [Jesucristo] habl(a) por (sí) mismo"³. 

Tendrá testimonio así -en su propia vida- de los frutos de seguir Sus mandamientos.

(1) Moroni 10:32

(2) Véase Mateo 16:24

(3) Juan 7:17

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