HACEMOS LO QUE SOMOS

Lo que hacemos es resultado de lo que somos. El cambio no debemos buscarlo en nuestros actos, sino en nuestra esencia interior, porque nuestros actos son solamente un reflejo en el espejo de nuestra alma.

El presidente Dallin H. Oaks ha señalado con mucha sabiduría lo siguiente:

"El juicio final no es simplemente una evaluación de la suma total de las obras buenas y malas, o sea, lo que hemos hecho. Es un reconocimiento del efecto final que tienen nuestros hechos y pensamientos, o sea, lo que hemos llegado a ser”.¹

Cambiar nuestra esencia, es decir, lo que somos, entraña varios factores necesarios.

Por un lado, la capacidad de reconocernos lo que somos en nuestro origen y al presente.

"[Fuimos] creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos."²

Tener conciencia de nuestra naturaleza espiritual nos permite vivir con la certeza de nuestro potencial: potencial para cambiar, potencial para llegar a ser uno con Dios, y tomar ciertamente el nombre de Jesucristo sobre nosotros.

Reconocer a qué altura de nuestro progreso personal nos encontrarmos hoy, implica saber cuál es nuestro punto de partida y qué desafíos nos esperan para superarnos y cambiar nuestro ser, venciendo nuestro hombre natural para convertirnos en nuevas criaturas³ nacidas de Jesucristo.

En segundo lugar, reconocer que los cambios y progresos que nos lleven a volver a la presencia de Dios para heredar la vida eterna, no los alcanzaremos con sólo desearlos ni esforzarnos al límite de nuestras fuerzas, aunque ello también es necesario. Implica saber que necesitamos de la ayuda divina. Eso es la humildad.

Porque "es por la gracia [de Jesucristo] por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos"⁴.

"[R]ecord(emos) que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde deb(emos) establecer (n)uestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta (n)os azoten, esto no tenga poder para arrastrar(nos) al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual est(emos) edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si... edifica(mos), no cae(remos)."⁵

En tercer lugar, necesitamos la guía del Espiritu Santo, pues es "por el poder del Espíritu Santo [que] pod(emos) conocer la verdad de todas las cosas"⁶, y saber hacia donde dirigirnos para recibir "poder de lo alto"⁶ y continuar efectuando "[ese] potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones"⁷ para convertirnos en lo que Dios espera que lleguemos a ser.

Si nos ocupamos en transformar nuestro ser, nuestros hechos nos acompañarán como el canto de las aves al salir el sol.


(1) Pte. Dallin H. Oaks, "El desafío de lo que debemos llegar a ser", Conf. Gral. octubre 2000

(2) La Familia Una Proclamación para el Mundo

(3) Véase Mosíah 27:26; 

2 Corintios 5:17 

(4) 2 Nefi 25:23

(5) Moroni 10:5

(6) Doctrina y Convenios 95:8

(7) Mosíah 5:2


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