SOBRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Hay temas difíciles de tratar hoy en día.

No sólo exigen respeto y amor hacia el prójimo, sino la templanza necesaria para asumir que pensar diferente nos puede traer consecuencias indeseables.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos [proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 en su Resolución 217 A (III)], establece en su Artículo 18 que:

"Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia." 

En el Artículo 19 declara asimismo:

"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."

Desgraciadamente  esa Declaración Universal, signada por todos los países de la ONU, no es respetada por gobiernos totalitarios que lamentablemente siguen existiendo.

Lo triste es que, más allá del aspecto político, tampoco se respeta universalmente la libertad de expresión a nivel social, donde la 𝑑𝑜𝑐𝑡𝑟𝑖𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑛𝑐𝑒𝑙𝑎𝑐𝑖ó𝑛 intenta acallar las voces que disienten de determinadas posturas aceptadas por la vanguardia posmoderna, voces que se pliegan a conductas o creencias que no acompañan esas posturas.

Si adoptar esa disidencia no implica falta de respeto por el 《otro》,  no debería causar cancelación, persecución e incluso violencia. Esa disidencia tampoco debiera implicar burla, bullying, insulto o discriminación hacia quien piensa diferente.

La relación entre los hijos de Dios -todos somos hermanos- debiera desarrollarse bajo la premisa de 𝑎𝑚𝑎𝑟 𝑎𝑙 𝑝𝑟ó𝑗𝑖𝑚𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑎 𝑢𝑛𝑜 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜.

Es innegable que la tradición judeocristiana promueve conductas que defienden el matrimonio tradicional, el derecho a la vida desde el momento de la concepción, que una muerte digna no significa condescender en la terminación de la misma de manera provocada aunque sea invocando precisamente el 《neo-derecho》 a una muerte digna,  etc.

Quienes nos definimos creyentes y seguidores de Jesucristo, no combatimos personas. No combatimos ideas. Simplemente manifestamos ideas diferentes, 𝑦 𝑐𝑜𝑛𝑐𝑒𝑑𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑝𝑟𝑖𝑣𝑖𝑙𝑒𝑔𝑖𝑜 𝑑𝑒 𝑐𝑟𝑒𝑒𝑟 𝑐ó𝑚𝑜, 𝑑ó𝑛𝑑𝑒 𝑜 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑒𝑛.

Lo hacemos de forma pacífica y reclamamos 𝑒𝑠𝑒 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑑𝑒𝑟𝑒𝑐ℎ𝑜 basados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sin dejar de manifestar que nos sentimos -y deseamos- estar sujetos a las leyes del país que nos alberga.

Si alguien está en desacuerdo en esto, no discrepa con nosotros. Simplemente niega nuestro derecho universal a la libertad de expresión.

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