EL TIEMPO DE ESTA VIDA

Tiempo atrás alguien escribió:

𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘫𝘰𝘷𝘦𝘯 𝘴𝘰ñ𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘦𝘳 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘻. 𝘏𝘰𝘺, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘢𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦𝘤𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘮𝘦 𝘦𝘴𝘵á 𝘱𝘪𝘴𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘢𝘭𝘰𝘯𝘦𝘴, 𝘮𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘪 𝘢ú𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘦𝘳𝘷𝘰 𝘦𝘴𝘦 𝘴𝘶𝘦ñ𝘰 𝘰 𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘭𝘢 𝘯𝘰𝘴𝘵𝘢𝘭𝘨𝘪𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘦𝘯𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘦 𝘦𝘯 𝘶𝘯 𝘮𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘦𝘭𝘦𝘯 𝘢 𝘳𝘦𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘰𝘴 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘻𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘴é 𝘲𝘶𝘦 𝘪𝘳𝘳𝘦𝘮𝘦𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘯 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘪𝘥𝘰.

𝘌𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘮𝘢𝘵𝘢 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘧𝘶𝘵𝘶𝘳𝘰. 𝘓𝘦𝘯𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥í𝘢, 𝘴𝘪𝘯 𝘥𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢. 𝘔𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘷𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘶𝘳𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘦𝘭𝘭𝘰, 𝘵𝘢𝘭 𝘷𝘦𝘻 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘴𝘶𝘦ñ𝘰𝘴.

¿𝘘𝘶é 𝘴𝘪𝘨𝘯𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢 𝘩𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘢𝘭𝘤𝘢𝘯𝘻𝘢𝘥𝘰  𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘫𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦ñ𝘢𝘭𝘢𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘱𝘢𝘴𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘩𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘢𝘯𝘦𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘮𝘪 𝘤𝘢𝘣𝘦𝘭𝘭𝘰, 𝘩𝘢 𝘦𝘯𝘭𝘦𝘯𝘵𝘦𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘮𝘪𝘴 𝘱𝘢𝘴𝘰𝘴 𝘺 𝘮𝘦 𝘩𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘤𝘶𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘢ñ𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘴𝘦𝘱𝘢𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦𝘴: 𝘥𝘰𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘩𝘢𝘣í𝘢 𝘪𝘮𝘢𝘨𝘪𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘢 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳?

𝘌𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰. 𝘌𝘴𝘦 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘪𝘮𝘱í𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦. 𝘘𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘧𝘶𝘨𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘣𝘳𝘦𝘷𝘦𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘤𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘨𝘢𝘭𝘢, 𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘰𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘶𝘧𝘳𝘪𝘥𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘢 𝘵𝘪𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘪𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘩𝘢𝘺𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘥𝘰.

𝘓𝘢 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘤𝘪𝘥𝘢𝘥. 𝘌𝘴𝘢 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘤𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘳𝘰𝘣𝘢𝘳𝘭𝘦 𝘢𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘳𝘭𝘢 𝘦𝘯 𝘶𝘯 𝘳𝘪𝘯𝘤ó𝘯 𝘰𝘤𝘶𝘭𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻ó𝘯 𝘺 𝘢𝘴í 𝘦𝘷𝘪𝘵𝘢𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘢𝘮𝘪𝘯𝘦 𝘥𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘰𝘴.

¿𝘚𝘦𝘳á 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘴𝘰ñá𝘯𝘥𝘰𝘭𝘢 𝘺 𝘳𝘦𝘤𝘰𝘨𝘪é𝘯𝘥𝘰𝘭𝘢 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘳𝘦𝘤𝘰𝘳𝘳𝘦𝘳, 𝘳𝘰𝘣𝘢́𝘯𝘥𝘰𝘴𝘦𝘭𝘢 𝘢𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰, 𝘢𝘶𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦𝘢 𝘢 𝘤𝘰𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘰𝘳𝘤𝘪ó𝘯 𝘮𝘪𝘴𝘦𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘦𝘨𝘰í𝘴𝘮𝘰 𝘪𝘯𝘯𝘢𝘵𝘰?

Ciertamente cuando se es joven parece que el tiempo de esta vida nunca acabará.

Pero el tiempo es doblemente engañoso: 𝘴𝘪 acaba y , además, no nos avisa 𝘤𝘶á𝘯𝘥𝘰.

Por otro lado, tiene la capacidad de variar su velocidad a gusto, sin que lo notemos hasta que ya es demasiado tarde. Es en los años tardíos que nos damos cuenta que el tiempo realmente vuela.

A menos que lo evitemos, el tiempo tiende a cubrir nuestros ojos y engañar nuestra mente induciéndonos a dejar de lado lo más importante: nuestro presente.

Muchas veces nos invita a gastarlo en vanidades y, otras, a perdernos en la rutina que nos aisla de nuestros seres amados.

Sabio es quien no malgasta sus días y los aprovecha en aprender a ver más allá del tiempo. Esa sabiduría se adquiere a través de la unidad con Dios.

Jacob, el hermano de Nefi sentenció: "...el tiempo se nos ha pasado, y nuestras vidas también han pasado como si fuera un sueño..."¹

Severa advertencia. Sabia. Ajustada a la verdad.

Alma, a su vez, inspirado por el Señor, nos advirtió:

"Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra...

"...os ruego, por tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin; porque después de este día de vida, que se nos da para prepararnos para la eternidad, he aquí que si no mejoramos nuestro tiempo durante esta vida, entonces viene la noche de tinieblas en la cual no se puede hacer obra alguna. 

"No podréis decir, cuando os halléis ante esa terrible crisis: Me arrepentiré, me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno.

"Porque si habéis demorado el día de vuestro arrepentimiento, aun hasta la muerte, he aquí, os habéis sujetado al espíritu del diablo y él os sella como cosa suya; por tanto, se ha retirado de vosotros el Espíritu del Señor y no tiene cabida en vosotros, y el diablo tiene todo poder sobre vosotros; y este es el estado final del malvado."²

Quizás el incrédulo se burle de estas admoniciones. ¿Arrepentimiento? ¿Dios? ¿El adversario? El cristiano 𝘴í 𝘭𝘢𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘦.

Pero van dirigidas a todos. Porque el día que el reloj de nuestra vida aquí en la Tierra  se detenga definitivamente, correremos el riesgo de haber malgastado nuestro tiempo y perdido el gozo de vivirlo en compañía de Dios y Su hijo Jesucristo.³

(1) Jacob 7:26

(2) Alma 34:33-35

(3) Véase Juan 14:23