NI POBRES NI RICOS
En algún lugar leí:
"Siempre se quiere educar al pobre. Es hora de empezar a educar al rico para que no explote al pobre."
La frase es muy atractiva y parece preconizar mucha justicia. No dudo que en muchos casos se aplica, y sí dudo que, a quien explota, se lo pueda educar para que no lo haga.
Pero como generalización entiendo que no es válida.
Yo no soy ni rico ni pobre. Mi padre sí fue un pobre inmigrante que escapó de la guerra en Europa.
Pero trabajó con empeño y me legó una educación y una carrera -a fuerza de trabajar- que me permitieron vivir una vida que tuvo suficiente para atender mis necesidades propias y las de mi familia, las que no fueron precisamente de lujos y de antojos.
Uno se puede preguntar: ¿Cómo llegó éste a rico? ¿Cómo llegó aquél a pobre?
El universo de respuestas es tan grande que no da para exponerlo aquí.
Tal vez la concepción de explotados y explotadores cuadre en algunas respuestas, pero es insuficiente; y mucho más después de los avances tecnológicos del último siglo.
La educación es una gran herramienta de transformación social. Es la que más se debe anhelar y desarrollar, porque es el motor de la autosuficiencia.
Es el egoísmo humano -tan combatido por Jesucristo- el responsable de la injusticia que puebla el mundo, no las condiciones materiales de una persona que, con trabajo y honestidad, ha logrado forjar. El esfuerzo debe centrarse en combatir el egoísmo y no promover la envidia y la soberbia.
Además, cabe preguntarse: ¿no existe cristiandad entre los ricos? ¿No existe desidia y vicios también entre los menos favorecidos?
La caridad -como virtud cristiana-, y la industriosidad -como virtud humana- deben ser el norte de todo ideal de valor para los hijos de Dios.
La sociedad es demasiado compleja para simplificarla con teorías que fomenten la desunión y el enfrentamiento entre y dentro de las sociedades.
No en balde -seguramente pensando en todas Sus enseñanzas- Jesús nos recordó a través de Su ministerio que la fórmula para alcanzar la tan anhelada paz y justicia en el mundo residía esencialmente en el corazón del hombre:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."*
(*) Mateo 22:39
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