LAS INTELIGENCIAS
Nacemos, vivimos y morimos. Entre un
momento inicial y el momento final, transcurre el tiempo de nuestra vida.
Nuestra vida no es nuestra existencia.
Nuestra existencia, de acuerdo con la palabra revelada, no ha tenido ni
principio ni tendrá fin.
En el discurso del funeral de King
Follet, el Profeta José Smith enseñó que nuestra individualidad siempre
existió. Desde siempre hemos sido inteligencias eternas.1
No tenemos mucha revelación acerca de
nuestra naturaleza como "inteligencias", pero sabemos que como tales,
nacimos en un momento dado como hijos e hijas de padres celestiales, revestidos
de un cuerpo espiritual.
Del Plan de Salvación sabemos que, habiendo
aceptado la voluntad del Padre, nacimos a esta vida terrenal revestidos de un
cuerpo mortal, constituido por carne y huesos, dentro del cual mora nuestro
espíritu.
Gracias al Sacrificio Expiatorio de
Jesucristo, nuestra mortalidad terrenal fue vencida, otorgándonos inmortalidad.
Más allá del reino y grado de gloria
que nos vaya a corresponder, lo seguro es que nuestra alma -espíritu y carne
restaurados en unidad inmortal-, existirá por siempre.
El gran concepto que subyace en esta
exposición es el de la infinitud. Un concepto que no es intuitivo para nuestra
mente, dado que, inmersos en nuestra actual esfera terrenal, nuestra vida tiene
un principio y un fin, limitando nuestra percepción temporal a que,
precisamente, todo tiene un principio y un fin.
Por razón de nuestra fe en Dios,
llegamos a asimilar en alguna medida que, después de nuestra resurrección,
viviremos para siempre.
En su concepción de la Divinidad, los
credos cristianos aceptan la eternidad pasada y futura de Dios como un dogma;
es decir, una verdad que no se demuestra, y es aceptada son objeción.
Pero el concepto de la eternidad de
nuestra individualidad, en el sentido de que nuestra esencia siempre existió,
es novedosa en el abanico de credos cristianos actuales; y sólo es introducida a
través de las enseñanzas de José Smith, aunque está evidenciada en las
Escrituras si se interpretan en el contexto apropiado.
Es interesante notar, sin embargo, como
resulta más accesible a nuestra intuición la eternidad del mundo físico.2
En definitiva, la postura filosófica o
religiosa de "crear a partir de la nada" no tiene sentido.
Aunque nos resulte difícil -y aún
imposible- concebir nuestra existencia individual sin principio de días ni fin
de años, somos eternos y tenemos la posibilidad de una exaltación eterna si nos
mantenemos fieles a los convenios que realizamos con nuestro Padre Celestial.
(1) Decimos que Dios mismo es un Ser
que existe por sí. ¿Quién os lo dijo? Es correcto pero ¿cómo entró en nuestra
cabeza? ¿Quién os dijo que el hombre no existió en igual manera, de acuerdo con
los mismos principios? El hombre efectivamente existe de acuerdo con los mismos
principios. Dios preparó un tabernáculo o cuerpo y puso un espíritu dentro de
él, y se tornó alma viviente. (Refiriéndose a la Biblia vieja) ¿Cómo dice en
hebreo? En el hebreo no dice que Dios creó el espíritu del hombre. Dice así:
"Dios hizo al hombre de la tierra, y puso en él el espíritu de Adán, y así
fué cuerpo viviente."...
Estoy hablando de la inmortalidad del
espíritu del hombre. ¿Sería lógico decir que la inteligencia de los espíritus
es inmortal, y sin embargo, que tuvo un principio? La inteligencia de los
espíritus no tuvo principio, ni tendrá fin. Esto es buen razonamiento. Lo que
tiene principio puede tener fin.
(Enseñanzas del Profeta José Smith ,
págs. 433-436)
(2) "Si preguntamos a los sabios
doctores por qué dicen que el mundo fue hecho de la nada, ellos nos contestan:
'¿No dice la Biblia que Dios creó el
mundo?' Y concluyen, por la palabra
crear, que debe de haber sido hecho de la nada. Pero la palabra crear vino del
término hebreo baurau , que no significa crear de la nada, sino manifestar, dar
forma, organizar, así como un hombre organiza los materiales y construye un
barco.
"De manera que podemos deducir que
Dios tenía a su disposición los materiales para organizar el mundo de todo
aquel caos, es decir, materia caótica,
que es elemento, y en el cual mora toda
gloria. Los elementos han existido desde que nosotros tuvimos
existencia. Los principios puros de los
elementos son principios que jamás pueden ser destruidos; pueden ser
organizados y reorganizados, mas no destruidos. No tuvieron principio, y no
pueden tener fin."
(Enseñanzas del Profeta José Smith , págs. 433-436)
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