AMAR A NUESTROS ENEMIGOS

Todos somos hijos de nuestro Padre Celestial y Él, que no hace acepción entre personas, ama a todos por igual.

El Pte. Hinckley decía que si Dios ama a todos Sus hijos, quiénes somos nosotros para no amar a Sus hijos también.

El amor hacia los enemigos de Dios crece en nosotros cuando pensamos que Dios les ama a pesar "de" sus pecados y no "en" sus pecados.

Lo difícil es separar el pecado del pecador, cosa que Jesús supo hacer a la perfección en Su ministerio.

En nuestra debilidad, debemos esforzarnos por progresar y seguir Su ejemplo, Su camino.

Para algunos de nosotros será más difícil que para otros, pero el segundo gran mandamiento sobre la cual se basan la ley y los profetas, requiere de nosotros amar a nuestros enemigos, a los enemigos de Dios que siguen el influjo del destructor.

Pero ello no significa consentir en sus maldades, ni dejarnos llevar por delante.

Ciertamente no debemos mirar la viga en el ojo ajeno y sí la paja en el nuestro, si deseamos evitar la hipocresía y ser discípulos del Salvador

Debemos desarrollar misericordia y orar por la salud espiritual de quienes nos persigan y obren toda clase de mal en contra de nosotros.

Si tan sólo eso es lo que aquellos nos permiten hacer por ellos, ya estaremos empezando a progresar en el ejemplo de Cristo.

El odio sólo lastima el corazón del que lo alberga. La compasión por el que ignora que es un Hijo de Dios, sólo enaltece al que siente esa compasión.

No olvidemos nunca que el amor es cualidad del amante, no del amado.

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