VIVIFICADOS EN CRISTO

 La Escritura enseña:

"Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo."1

Por ser hijos literales de Adán, no sólo heredamos de él la mortalidad, sino también la oposición, la adversidad, el dolor y los sufrimientos, pues su caída nos abrió las puerta a un mundo telestial.

Sufrir, sentir dolor, enfrentar a la adversidad, luchar y perder, pueden hacernos sentir a través de nuestra debilidad, nuestra condición de vulnerables , que se manifiesta más plenamente en momentos de prueba y desazón.

Pero Jesucristo no sólo cargó con nuestros pecados, redimiéndonos y dándonos la esperanza de ser vivificados para vida eterna.

También llevó nuestros dolores y enfermedades, nuestros sufrimientos y pesares; y en ese sentido, Su sacrificio también nos vivifica, renovando nuestro gozo a pesar de las adversidades y el dolor.

De esta manera logramos -asimismo- vivir en Cristo y somos engendrados en el Espíritu, como hijos e hijas de Él.

Por eso Pablo enseñó este mismo principio, pero con estas palabras:

"Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados." 2

(1) 2 Nefi 2:25

(2) 1 Corintios 15:22

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