LA FAMILIA DE DIOS
"Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos."1
Esta sagrada declaración acerca de nuestra identidad como
hijos e hijas de padres celestiales no deja lugar a dudas en cuanto a que todos
somos hermanos.
Ya sea que una persona haya nacido hace siglos; ya sea que
vaya a nacer en el futuro o sea contemporánea con nosotros; ya sea que
realmente haya sido engendrada por nuestros padres terrenales o no, esa persona
es nuestro hermano o hermana. Podrá serlo en un sentido estrictamente
espiritual (tenemos nuestros padres celestiales en común) o -eventualmente-
podrá ser asimismo nuestro hermano o hermana terrenal también, compartiendo
padres terrenales con nosotros.
Sí... aún nuestros padres terrenales, abuelos, cónyuge o
hijos propios son literalmente hermanos nuestros.
En un sentido espiritual, todos formamos parte de una sola
familia engendrada por padres celestiales que nos aman y desean nuestro
progreso eterno.
Como parte del Plan divino, venimos a esta Tierra para
formar familias.
A Adán y Eva les fue dicho en el Jardín de Edén:
"...Fructificad y multiplicaos, henchid la tierra y sojuzgadla; y tened
dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todo ser
viviente que se mueve sobre la tierra."2
Dios decretó desde el principio: "Por tanto, dejará el
hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer, y serán una sola
carne."3
Luego de la Caída, "Adán conoció a su esposa, y de ella
le nacieron hijos e hijas, y empezaron a multiplicarse y a henchir la tierra.
Y de allí en adelante los hijos e hijas de Adán empezaron a
separarse de dos en dos en la tierra, y a cultivarla y a cuidar rebaños; y
también ellos engendraron hijos e hijas."4
Y así comenzó la Tierra a poblarse de familias, siendo el
matrimonio entre un hombre y una mujer "ordenado por Dios [e instituyendo]
que la familia es fundamental en el plan... para el destino eterno de Sus
hijos."5
El matrimonio instituido por Dios se estableció como una
ordenanza eterna, siendo condición necesaria para que el hombre alcance el más
alto grado de la gloria celestial6.
A quienes entren en el sempiterno convenio del matrimonio y
se mantengan fieles a él, se les promete que "serán dioses, porque no
tendrán fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque
continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán
sujetas. Entonces serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles
estarán sujetos a ellos"7. Su gloria será "una plenitud y
continuación de las simientes por siempre jamás"8.
Así, los cónyuges podrán ser también padres celestiales.
Engendrarán hijos espirituales como nuestros propios padres celestiales lo han
hecho y tendrán una progenie sin fin.
De manera que siendo hijos de Dios y hermanos en la vida
preterrenal, serán también cónyuges eternos, con sus propias Creaciones,
mundos, dominios y potestades sin fin.
Los matrimonios pueden ser eternos si se mantienen fieles al
convenio matrimonial celebrado en la sagrada Casa del Señor.
¿Qué diremos, pues, de nuestras familias terrenales?
La revelación nos enseña:
"Y la misma sociabilidad que existe entre nosotros
aquí, existirá entre nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna que
ahora no conocemos."9
Basta con ver qué clase de sociabilidad alcanzamos con
nuestros seres queridos en esta vida - cada cual en su hogar, pero en estrecho
vínculo con hijos, padres, nietos, abuelos...- para que podamos vislumbrar cómo
podrá ser en el Reino Celestial; aunque, por ahora, no podamos siquiera imaginar
la plenitud de gloria que nos acompañará.
De manera que, habiendo sido sellados a la familia eterna de
nuestros padres celestiales, disfrutaremos de vida eterna junto a nuestros
seres amados; a la vez que, como seres exaltados, organizaremos nuestros mundos,
reinos y potestades, procreando nuestra propia descendencia de hijos
espirituales.
Entonces será nuestra obra y gloria llevar a cabo la
inmortalidad y vida eterna de nuestra progenie espiritual sin fin.
(1) La Familia Una Proclamación para el Mundo
(2) Moisés 2:28
(3) Génesis 2:24
(4) Moisés 5:2-3
(5) La Familia Una Proclamación para el Mundo
(6) Ver Doctrina y Convenios 131:1-5
(7) Doctrina y Convenios 132:20
(8) Doctrina y Convenios 132:19
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