¿DUDAS EN NUESTROS FLANCOS DÉBILES?
Recientemente leí la crítica sobre un libro sobre la
relación entre la conducta humana y las diversas culturas que han existido y
existen en las sociedades actuales.
La autora establecía que la valoración moral de las
conductas dependía de la cultura de la sociedad que se hacía referencia.
Ponía ejemplos variados de culturas antiguas y
contemporáneas, donde un mismo acto se aceptaba como lícito, tolerable o
inaceptable desde un punto de vista moral según la sociedad de que se tratase.
Sin entrar a detallar las conductas a que se refería la
autora (básicamente relacionadas con los deseos y las pasiones físicas),
afirmaba que fundamentalmente las culturas basadas en las tradiciones
judeo-cristianas a las que se sumaba el Islam, condenaban ciertas prácticas
porque contravengan el mandato divino, lo cual constituía el concepto de
pecado.
Afirmaba cómo, a partir de los cambios sociales de fines de
siglo XX y el presente, habían derribado ciertos tabúes, haciéndolos aceptables
por causa del cambio cultural impuesto por la mayoría.
En definitiva, el pecado era una invención de la cultura
judeo-cristiana, introduciendo el concepto de que esas prácticas contravenían
la voluntad divina, cosa que ocurría, por ejemplo, en la cultura de la Grecia
Antigua, donde por el contrario, esas prácticas se admitían y, en muchos casos,
se promovían.
Esto no es novedoso. Resulta del hecho de que, en uso del
libre albedrío, los hijos de Dios siempre pudieron elegir entre transgredir u
observar la voluntad de Dios.
Por otro lado, para una amplia mayoría de estudiosos e
intelectuales laicos, el Dios del Antiguo Testamento no surgió en el origen de
la Humanidad -como lo afirma el libro de Genesis- sino que hubo otros
anteriores de civilizaciones más primigenias aún, siempre asumiendo que la
religión es una invención humana para explicar lo inexplicable.
Para el cristiano, el Dios del Antiguo Testamento organizó
este mundo y lo que hay en él. Dió a conocer Su voluntad a los hombres a través
de profetas. Violar Sus mandatos constituye el pecado, por más que ese término
incomode a quienes niegan la autenticidad de las Escrituras.
Para el cristiano, Dios es el objeto de su devoción,
obediencia y lealtad, más allá de las debilidades que, como ser humano,
conlleva en su naturaleza.
Para el cristiano, Dios "es el mismo ayer, y hoy y por
los siglos"1 y Sus designios son eternos.
Por tanto, el cristiano es una persona que está inmersa en
dos culturas: la que lo une a Dios -una cultura interior que vive en ejercicio
pleno de la "libertad con [que Dios le] hizo libre"2- y la
cultura de la sociedad que le rodea, una sociedad que no siempre asimila o
respeta los valores cristianos, una sociedad que se aleja cada vez más de esos
valores.
De ahí que Pablo exhortara a sus condiscípulos diciendo:
"Permaneced, pues, firmes en la libertad con que Cristo
nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de
esclavitud..."2
En otra epístola, Pablo advierte a no "prest(ar)
atención a fábulas... que engendran especulaciones más bien que la edificación
de Dios que es por la fe... de l(a)cual desviándose algunos, se apartaron a
vana palabrería;
queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que
hablan ni lo que afirman."3
Esas fábulas -que hoy llamaríamos relatos y posverdades- nos
envuelven en teorías, pseudo-verdades e ideologías de factura humana que -de no
ser cuidadosos y firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres-
"engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos"4.
Como enseñó Jesucristo, no es posible "servir a dos
señores"5, sino que, como lo hizo el Profeta Josué en su
tiempo, debemos escoger hoy a quien servir6, debemos elegir cuál
cultura poseerá nuestro corazón y mente.
Algunas corrientes del pensamiento inmersos en la cultura
del mundo son especialistas en crear dudas en nuestros flancos débiles. Dudas
que pueden acallar nuestra fe, que pueden alejarnos de las certezas que el
Espíritu Santo siembra en nuestros corazones. Debemos permanecer alertas
respecto de nosotros mismos, no sea que cedamos a nuestras dudas.
En palabras del élder Dieter F. Utchdorf: "Primero
duden de sus dudas antes que dudar de su fe. Nunca debemos permitir que la duda
nos mantenga prisioneros y nos prive del amor, la paz y los dones divinos que
vienen mediante la fe en el Señor Jesucristo."7
No existen atajos ni otros caminos ...
(1) Hebreos 13:8
(2) Gálatas 5:1
(3) 1 Timotro 1:4-7
(4) Mateo 24:24
(5) Mateo 6:24
(6) Josué 24:15
(7) Vengan, únanse a nosotros, Conf. Gral. octubre 2013
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