LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA EDUCACIÓN

Es posible comprobar que la pobre formación educativa de los pueblos,   con la complicidad involuntaria de muchos  "ingenuos" y la de otros tentados por ejercer dominio injusto¹, trae consecuencias nefastas para el bienestar temporal y moral de las sociedades.

Buena porción de la gente no sabe qué es caer en el voluntarismo, ceder a la manipulación de los relatos, a la contrainformación, a la posverdad que les confirma "verdades" en las que quieren creer de antemano (dando por válido a priori lo que postula su creencia sin siquiera saber qué significa basarse en la razón para demostrar la veracidad de algo).  Mucha gente se traga el camello y escupe al mosquito.

Sin embargo, décadas de oír la misma cantarola con el cómplice silencio de estamentos interesados en propósitos sombríos, ha contagiado a muchos dejándolos prácticamente casi irrecuperables, los cuales buscan a tientas el camino al "edificio grande y espacioso [que representa] el orgullo del mundo"² , y contagian con su falta de interés por la verdad a más cultores de la ignorancia.

La educación, tanto secular como espiritual, es la vacuna contra esa  indiferencia de quienes no se interesan por conocer la realidad tal como es.  Una indiferencia que los convierte en crédulos cultores de falacias, algunos en perseguidores de Cristo o negadores de Su divinidad, y finalmente otros en siervos -conscientes o inconscientes- del enemigo de toda verdad.

Obviamente no todos siguen esas falacias, ni tienen su corazón dispuesto a seguirlas. 

"..porque todavía hay muchos en la tierra, entre todas las sectas, partidos y denominaciones, que son cegados por la sutil astucia de los hombres que acechan para engañar, y no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla..."³

El Señor ha advertido de la importancia de procurar una buena educación que permita dotar a las personas del criterio adecuado para separar el mal del bien. 

En otras palabras, para adquirir y conservar un sistema de valores que los aparte de la tentación de seguir a rebaños que se alimentan de las posverdades de esta época, y salgan victoriosos de la batalla espiritual-cultural que se está librando hoy en día deben entender que esa batalla entre las enseñanzas de Cristo y las de un mundo desacralizado.

"...y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe; organizaos; preparad todo lo que fuere necesario..."⁴

"...Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender; de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos, a fin de que estéis preparados en todas las cosas..."⁵

Una sociedad sumida en la ignorancia confundirá la realidad con sus mitos y fantasías, escogerá lo que "crea" verdad por sobre lo que su razón y fé le pudieran proveer en abundancia. La ignorancia lo eslavizará, y no sabrá escoger el camino que verdaderamente lo conducirá a la libertad y a la esperanza de una vida exaltada.

Con la ignorancia que se impone hoy en día a través de las artimañas de la posmodernidad, estamos ante una "deshumanización" del hombre, que pierde su esencia de Hijo de Dios para convertirse en un ente sumergido en su propia subjetividad. 


(1) Doctrina y Convenios 121:39

(2) véase el sueño de Lehí, 1 Nefi 8, 11

(3) Doctrina y Convenios 123:12

(4) Doctrina y Convenios 109:7-8

(5) Doctrina y Convenios 88:78-80


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