LO QUE CARACTERIZA LOS VALORES MORALES

Dos por tres surgen argumentaciones que justifican costumbres, conductas y creencias de hoy, contrarias a las enseñanzas de Jesucristo. Estas costumbres, creencias y conductas tienen una existencia que data de tiempos remotos, ya sea de la Edad Media, los siglos de la Ilustración o anteriores aún.

Se trata de demostrar la naturalidad de las mismas basada en que su pasada existencia es prueba del error en que caen las enseñanzas cristianas, pretendiendo ver en esas costumbres, conductas y creencias, desviaciones que "deshumanizan" a los hombres y mujeres que se apartan de la moral¹ judeo-cristiana. De esta forma, las costumbres, conductas y creencias cristianas son singularidades en el tiempo que los posmodernidad tildan de "fobias".

Este razonamiento es erróneo pues siempre existieron esas costumbres, conductas y creencias entre pueblos apartados de las enseñanzas del evangelio y sumidas en la incredulidad.

El albedrío moral de las personas, que los cristianos entendemos como un don de Dios, ha traído como consecuencia que la aceptación universal de la cultura religiosa judeo-cristiana -representada en su máximo esplendor por las enseñanzas de Cristo y Sus apóstoles- resulte, por ahora, en una utopía. Nunca existió ni existirá una aceptación universal de la doctrina de Cristo en nuestro mundo contemporáneo. Eso es imposible.

En una declaración magistral, José Smith afirmó:

"Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen."²

Ese es un principio que Dios mismo respeta: la libertad de Sus hijos de tomar sus propias decisiones.

Pero una cosa debe quedar en claro: la práctica de determinada costumbre, conducta o creencia no establece la naturaleza moral de la misma. El bien o el mal no lo definen mayorías. Su carácter es trascendente a la condición humana.

A quienes esto no les importa hacen lo que les plazca según su propio interés, desde luego que dentro del marco de las leyes de la sociedad en la que se desenvuelven, a menos que prefieran caer en la comisión de un delito.

Pero quienes sí tratan de vivir conforme a normas morales consonantes con las que promueve la Cristiandad, deben tener en claro que el carácter de un valor moral no depende ni del número de personas que lo tengan por aceptado ni de la antigüedad con que se haya formulado o practicado.

En definitiva, para quienes se sienten seguidores de Jesucristo, lo que caracteriza a un valor moral es su fuente.

Esa fuente es Dios.


(1) En este artículo utilizo el concepto de valor moral en el sentido en que lo define la Real Academia Española en una de sus acepciones:

"Doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican."

En un sentido subjetivo, un  valor moral puede estar asociado tanto al bien como al mal, dependiendo de cómo lo internalice la persona.

(2) Artículo de Fe 11

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