UNA BÚSQUEDA TRASCENDENTAL
En varios países las carreras de galgos están legalizadas, aunque en muchos lugares existen competencias de ese tipo que están fuera de la ley.
Los galgos -portando un bozal- corren detrás de una liebre artificial, que se desplaza mecánicamente por un cerco perímetral interior a una pista, llamada canódromo. El sistema está diseñado para que nunca puedan darle alcance al conejo artificial, el cual los perros creen que es real. El primero galgo en llegar a la meta, es el ganador.
Detrás de este aparentemente inocente juego se desenvuelve un mundo de apuestas, algunos negocios de naturaleza discutible y maltratos de todo tipo hacia los animales para que aumenten su rendimiento.
Cuando ya no sirven para los fines de sus amos, esos animales son sacrificados o vendidos a laboratorios para que experimenten con ellos.
Todo esto es como una lección de vida. Si nos descuidamos, podemos caer en el engaño de ser como esos galgos, corriendo detrás de falsas liebres que representan los falsos premios que la sociedad nos presenta como deseables: consumismo inducido para gastar el esfuerzo de nuestro trabajo en vanidades, entretenimientos improductivos que engrosan nuestros sentidos, y un sinnúmero de oportunidades para dar rienda suelta al hombre natural que puede estar subyacente en nuestro ser.
La publicidad nos induce a adaptar nuestros gustos a las necesidades del mercado; la masificación de la cultura popular -no siempre enmarcada en virtudes o integridades- nos arrastra como rebaños en pos de satisfacciones perentorias; nuestros valores quedan expuestos al escarnio de tendencias mayoritarias, y la doctrina de la cancelación nos pone bozales a la manera en que los portan aquellos galgos.
Se trata del "vasto y espacioso edificio... el mundo y su sabiduría"¹, un gran canódromo donde multitudes corren tras quimeras que los alejan "de la obra y gloria [de Dios]... la vida eterna..."², liquidando su existencia terrenal en promesas que jamás alcanzarán porque no existen.
Es un mundo complejo, distópico y real a la vez, a semejanza del caos que reinaba antes de que "[Dios]separ(ara)... la luz de las tinieblas"³. Así, las oportunidades de distraernos del propósito de la vida son incontables.
Sin desmerecer la sana diversión; sin desmerecer el trabajo fecundo y fructífero; sin desmerecer la prosecución de una vida íntegra y plena ni el afán por alcanzar una felicidad duradera y el logro de exitos materisles que mejoren la calidad de vida, no debemos dejar de buscar la razón de nuestra existencia: "de dónde venimos, porqué estamos aquí y hacia donde vamos". Preguntas éstas que hallan su respuesta en Jesucristo y Sus enseñanzas.
Ningún canódromo -simbólicamente hablando- debe apartarnos de esa búsqueda trascendental.
(1) Ver 1 Nefi 11:35
(2) Moisés 1:39
(3) Génesis 1:4
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