LAS PROFECÍAS DE LAS ESCRITURAS SE CUMPLEN

Sin duda, los profetas y siervos del Señor de todas las épocas han conocido las dos caras de la moneda de la vida -es decir, la bondad y la maldad subyacentes en las sociedades-, ya sea por experiencias que tuvieron o por el don de profecía con que les proveyó Dios en Su divina providencia.

Pablo, al aconsejar a Timoteo respecto de sus responsabilidades como lider de la Iglesia fundada por Cristo, no sólo le habló de la sociedad con la que estaban conviviendo. Sus palabras parecen reflejar justicieramente nuestros días también.

Le rogó a Timoteo que  "mandases a [los discípulos]que no enseñen otra doctrina [que la de Cristo], n(o) prest(ando) atención a fábulas ... interminables que engendran especulaciones más bien que la edificación de Dios que es por la fe"¹.

Y siguió diciendo:"Pues el fin del mandamiento es el amor nacido de un corazón puro, y de una buena conciencia y de una fe no fingida; de lo cual desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería; queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman."²

Pues bien, hoy parece que sobran los "doctores" que dictan cuál es la verdad basándose en argumentos falaces y fábulas que desafían la ciencia, el sentido común, los fundamentos de la milenaria cultura de nuestros antecesores y la moral. Sí, esa moral que Cristo enseñó, pero que en definitiva por dos milenios probó ser eficaz, independientemente de su origen religioso.

Porque ha sido una moral que defiende la familia, el amor entre la progenie de Dios y la edificación de la sociedad para el bienestar colectivo, promoviendo la libertad y  la paz legítima que aseguran la convivencia entre las naciones.

Mucho tiempo antes Isaías, profeta del Antiguo Testamento, también vió nuestros días. Hablando de los forjadores de toda la confusión y guerras de nuestros días, sentenció:

"Pero los malvados son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz para los malvados, dice mi Dios."³

Muchas profecías contenidas en las Escrituras ya se han cumplido.

Otras se están cumpliendo, como acabamos de anotar.

Por tanto, prestar atención a las que aún no se cumplen es de vital importancia para "mantenerse en pie"⁴ al lado de Dios,  pues es claro inferir que también se cumplirán.

Seguramente la más importante para nuestros días esté registrada en el libro de Hechos, cuando los ángeles -después de ver los discípulos ascender al Señor al cielo-  aseguraron a aquéllos:

"Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre vosotros arriba al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo."⁵

De manera que -según la profecía- Jesucristo volverá por segunda vez, esta vez en Su gloria divina, trayendo mil años de paz a la Tierra.⁶ 

"Este acontecimiento dará fin a la probación mortal sobre esta tierra. Los inicuos serán quitados de la faz de la tierra y los justos serán arrebatados en una nube mientras ella se purifica. Aunque ningún hombre sabe exactamente cuándo vendrá Cristo por segunda vez, Él nos ha dado señales que indican que el tiempo se acerca."⁷

Este testimonio acerca de las profecias y su cumplimiento fortalece nuestra certeza de que, si permanecemos fieles hasta el fin, "p(odemos) tener la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios"⁸.

Las profecías de las Escrituras ciertamente se cumplen.


(1) 1 Timoteo 1:3-4

(2) Ibid vers. 5-7, cursiva agregada

(3) Isaías 57:20-21

(4) Ver "Estar de pie por dentro y del todo dispuestos"  por el élder Gary B. Sabin, de los Setenta, Conf. Gral. abril 2017

(5) Hechos 1:11

(6) Véase Apocalipsis 20:1-3; Isaías 11:6-10

(7) Guía de Estudio de las Escrituras

(8) Éter 12:4

Comentarios