DIOS NO HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS
Que nuestro Señor afirmara a través de Pedro, que "Dios no hace acepción de personas"¹ tiene implícito un trascendente significado.
Dios ama a todos Sus hijos por igual. Desea para todos Sus hijos la felicidad, tanto en esta vida como la venidera.
La más clara definición de ese Amor está dada en Su declaración:
" Porque, he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre."²
Pero esa igualdad implícita en la "no acepción de personas" no significa que, en su relación con Sus hijos, no distinga entre ellos en base al compromiso y conducta que cada uno ponga en seguir Su voluntad.
Porque Pedro mismo aclara luego que Dios "en toda nación se agrada del que le teme y hace lo justo"³.
El propio Jesucristo afirmó durante Su ministerio que "el obrero es digno de su alimento"⁴.
En Génesis leemos la admonición a Adán: "...con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra"⁵, lo cual no debe interpretarse como una maldición, sino como la condición establecida para la vida terrenal, para procurar el sustento necesario para atender las necedidades propias del individuo.
De manera que la igualdad que Dios establece entre Sus hijos está basada en que todos reciben el mismo trato de parte de Dios, en base a palabras, pensamientos y obras⁶ que alberguen en su ser.
La relación entre Dios y Sus hijos se fundamenta en tres principios básicos:
1) El Ministerio y Sacrificio Expiatorio de Jesucristo: "Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna."⁷
2) El albedrío moral con el que Dios dotó a todo hombre que nace en esta Tierra: "Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables como él."⁸
3) La necesidad de que ejerzamos nuestro albedrío moral esforzándonos por alcanzar la mayor integridad posible, representada por la voluntad de dar lo mejor de nosotros en pos de lograr nuestra salvación temporal⁹ y espiritual. Es por eso que la Escritura afirma: "...pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos"¹⁰.
Más allá de que seamos creyentes o no, estos principios inmutables nos garantizan la justicia de Dios y entre los hombres. Bien haría la humanidad en adoptarlos, en defensa de la libertad y felicidad terrenal del hombre.
(1) Hechos 10:34
(2) Moisès 1:39
(3) Hechos 10:35
(4) Mateo 10:10
(5) Génesis 3:19
(6) Véase Alma 12:14
(7) Juan 3:16
(8) 2 Nefi 2:27
(9) "Perteneciente a esta vida o este mundo o al cuerpo únicamente; secular; como preocupaciones temporales ; asuntos temporales . En este sentido, se opone a lo espiritual." (Un estudio de palabras bíblicas, Clarissa R. West)
(10) 2 Nefi 25:23
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