JESUCRISTO
Jesucristo nació hace poco más de 2000 años. Aunque hay pocas referencias sobre su existencia fuera de los Evangelios y la literatura religiosa posterior a ellas, pocos ponen en duda que vivió y predicó entre los judíos de aquella época.¹
No sucede lo mismo en cuanto a su naturaleza. Sólo los cristianos le atribuyen la divinidad de ser el Hijo Unigénito de Dios.
Jesús vivió Su ministerio terrenal enseñando cómo vivir para volver a estar junto al Padre Celestial y alcanzar la vida eterna. Dió Su impecable vida en la cruz, resucitó al tercer día venciendo la muerte, dando al hombre la inmortalidad y la posibilidad de alcanzar la vida eterna, esto último a condición de vivir conforme al Evangelio, la Palabra de Dios.
Este conocimiento no se obtiene de la misma forma en que se sabe que nació en Belén de Judea y desarrolló Su ministerio en lo que hoy se llama la Tierra Santa.
Sin embargo, millones han testificado y testifican de Su divinidad. Creen en la veracidad de las Sagradas Escrituras, y en el poder que manifestó a través de los milagros que obró y las enseñanzas que predicó.
Millones testifican del poder que ejerce en sus vidas hoy, y como Él es "la fuente de toda rectitud"³.
Millones testifican de cómo Él "ciertamente llev(a) ... [sus] enfermedades y sufr(e) [sus] dolores..., y por sus heridas [son] sanados."⁴
En tiempos de convulsión y angustia como los que se viven hoy, millones testifican de la paz que gozan por seguirle, esa paz que Él prometió al decir a Sus discípulos: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo... Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo".⁵
Pero ¿cómo es posible alcanzar ese testimonio acerca de Jesucristo? ¿Cómo obtener un testimonio de la veracidad de las Escrituras, aún cuando sólo alcanzamos a comprender una porción de ellas? ¿Es posible?
La respuesta es sí. Jesús mismo, con Sus palabras y las que puso en boca de Sus dueños, ha mostrado claramente el camino. Un camino que trasciende la materialidad que nos rodea abriéndonos la puerta a la espiritualidad. Un camino que sólo depende de nuestra propia voluntad.
"Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada."⁶
"El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo."⁷
"Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras.
"Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora bien, si dais lugar para que sea sembrada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a hincharse en vuestro pecho; y al sentir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que esta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque empieza a ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para mí...
"Y he aquí, por haber probado el experimento y sembrado la semilla, y porque esta se hincha, y brota, y empieza a crecer, sabéis por fuerza que la semilla es buena...
"Luego, ¿no es esto verdadero? Os digo que sí, porque es luz; y lo que es luz, es bueno, porque se puede discernir; por tanto, debéis saber que es bueno; y ahora bien, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento después de haber gustado esta luz? 36 He aquí, os digo que no; ni tampoco debéis dejar a un lado vuestra fe, porque tan solo habéis ejercitado vuestra fe para sembrar la semilla, a fin de llevar a cabo el experimento para saber si la semilla era buena.
"Y he aquí, a medida que el árbol empiece a crecer, diréis: Nutrámoslo con gran cuidado para que eche raíz, crezca y nos produzca fruto. Y he aquí, si lo cultiváis con mucho cuidado, echará raíz, y crecerá, y dará fruto...
"[Y] si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empiece a crecer, mediante vuestra fe, con gran diligencia y con paciencia, mirando hacia adelante a su fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que brotará para vida sempiterna.
"Y a causa de vuestra diligencia, y vuestra fe y vuestra paciencia al nutrir la palabra para que eche raíz en vosotros, he aquí que con el tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y el cual es más dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que todo lo puro; y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendréis hambre ni tendréis sed."⁸
No existe nada más maravilloso en esta vida que vivir con la certeza de que Jesús vive, y que tenemos Su promesa:
"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él."⁹
(1) Dos de los autores considerados fuentes no cristianas fiables en cuanto a su testimonio de la existencia de Jesús, fueron el historiador romano de origen judio Flavio Josefo [37 a 110 d.C.] y Tácito, historiador romano [58 a 118 d.C.].
"Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo, y atrajo hacia Él a muchos judíos y a muchos gentiles además. Era el Cristo. Y cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo los santos profetas predicho esto y otras mil maravillas sobre Él. Y la tribu de los cristianos, llamados así por Él, no ha cesado de crecer hasta este día.
—Flavio Josefo,
Antigüedades judías,
libro 18, capítulo 3.
"En consecuencia, para deshacerse de los rumores, Nerón culpó e infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy maliciosa, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera fuente del mal, sino incluso en Roma, donde todas las cosas espantosas y vergonzosas de todas partes del mundo confluyen y se popularizan. En consecuencia, el arresto se hizo en primer lugar a quienes se declararon culpables; a continuación, por su información, una inmensa multitud fue condenada, no tanto por el delito de incendiar de la ciudad como por su odio contra la humanidad."
Anales (escrito c. 116), libro 15, capítulo 44.
(2) Hechos 4:12
(3) Éter 12:28
(4) Isaías 53:4-5
(5) Juan 14: 27 ; 16:33
(6) Santiago 1:5
(7) Juan 7:17
(8) Alma 32: 27-28, 33, 35-37, 41-42
(9 ) Juan 14:21
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