PAZ EN NUESTROS CORAZONES
"Y en ese día se oirá de guerras y rumores de guerras, y toda la tierra estará en conmoción, y desmayará el corazón de los hombres y dirán que Cristo demora su venida hasta el fin de la tierra.
Y el amor de los hombres se enfriará, y abundará la iniquidad.
mas no lo reciben, porque no perciben la luz, y apartan de mí su corazón a causa de los preceptos de los hombres.
Y en esa generación serán cumplidos los tiempos de los gentiles.
Y vivirán hombres en esa generación que no morirán hasta que vean una plaga arrasadora, porque una enfermedad desoladora cubrirá la tierra.
Pero mis discípulos estarán en lugares santos y no serán movidos; pero entre los inicuos, los hombres alzarán sus voces y maldecirán a Dios, y morirán.
Y también habrá terremotos en diversos lugares, y muchas devastaciones; sin embargo, los hombres endurecerán su corazón contra mí y levantarán la espada el uno contra el otro, y unos a otros se matarán."¹
Por más vueltas que le demos en nuestras mentes, y por más devastador que nos resulten nuestras expectativas sobre el futuro, lo único sensato que podemos decidir es hacer de nuestros hogares Sión, lo que las Escrituras llaman "los puros de corazón".²
La inmensa mayoría de nosotros no sabrá qué día le tocará atravesar el velo, pero asirnos a la "barra de hierro" es nuestra única esperanza de alcanzar paz en nuestros corazones mientras estemos de este lado.
La parábola del trigo y la cizaña nos enseña la innegable verdad de que, en estos últimos días, estaremos rodeados de cizaña.
Pero también nos alienta a no dedicar demasiado de nuestro tiempo a relacionarnos con la cizaña.
A veces pasamos demasiado tiempo leyendo y meditando acerca de todos los males que afectan nuestro mundo, generando en nuestros corazones angustias y sentimientos de impotencia por no poder cambiar el destino lúgubre que promueven los hombres inicuos de la Tierra.
Llegamos a comprometernos en tal grado -emocional o activamente- en causas mundanas que nos auto-inhibimos de "mete(r) [nuestra] hoz con [toda nuestra] fuerza"³ en la obra de Dios.
Por otro lado, ese permanente contacto -por así llamarlo- con el que se permea nuestro ánimo con las "aguas sucias"⁴ de este mundo, al colmarnos de las terribles noticias que nos llegan a través de los medios, tiende a envenenar nuestras almas, pudiendo llenarnos de temores, desesperanza o incluso robarnos la fe.
Obviamente, no se trata de encerrarnos en una jaula de oro. Se nos exhorta a que seamos instruidos en las "cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos, a fin de que est(emos) preparados en todas las cosas..."⁵
Pero antes, dice la escritura, seamos primero "más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que [nos] conviene comprender"⁶.
Por encima de todo, debemos allegarnos a lo bueno, y sumergirnos en Jesucristo, pues "lleva(ando) [su] yugo sobre (n)osotros y aprend(iendo) de [Él], que [es] manso y humilde de corazón... hallar(emos) descanso para (n)uestras almas. Porque [su] yugo es fácil y ligera [su] carga."⁷
Hay quienes se ven forzados a luchar por la paz.
Hay quienes dicen luchar por la paz, pero esparcen guerras.
El verdadero llamado a la paz se forjó hace dos mil años, cuando quien dió Su inmaculada vida por todos nosotros, sentenció:
"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo...
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo."⁸
(1) Doctrina y Convenios 45:26-33
(2) Doctrina y Convenios 97:21
(3) Doctrina y Convenios 4:4
(4) 1 Nefi 12:16
(5) Doctrina y Convenios 88:79-80
(6) Ibid vers. 78
(7) Mateo 11:29-30
(8) Juan 14:27; 16:33
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No promovemos ni aceptamos controversias en nuestro blog, siendo nuestro propósito es unir corazones, pues "no es [la] doctrina [de Cristo], agitar con ira el corazón de los hombres, el uno contra el otro; antes bien [Su] doctrina es esta, que se acaben tales cosas."