¿QUIÉN SOMOS EN REALIDAD?

Se ha instalado en la sociedad el tema de la apariencia personal.

Para algunos, se parte de la base que la imagen que una persona emite es reflejo de lo que es. Es como si se afirmara que somos lo que aparentamos.

A esta postura se opone la mayoría de los expertos y técnicos en sociología y ramas afines, buena parte de las fuerzas de gravitación social -sean políticas, artísticas, intelectuales o influencers en general- que sostienen que la apariencia no hace a la persona.

Ante esta dicotomía, es posible ver en los medios, profesores con una apariencia hippie -perdón por el anacronismo-, personas respetables por su posición o autoridad en la sociedad psreciendo reñidas con las costumbres más elementales de aseo o formalidad y, sobretodo, jóvenes que manifiestan esa natural rebeldía, aceptada por todos, a través de vestimentas, aspecto personal y forma de hablar que resultan, al menos, disonantes con tradiciones hasta hace poco valoradas como apropiadas para representar lo que se consideraba "normal".

Pero desde un punto de vista social y democrático, no cabría discusión al respecto. Cada uno tiene la libertad y el derecho de aparentar como quiera, y no existe una correlación directa de ello con lo que es o el valor de su persona, ideas o creencias.

Hasta aquí no debería cuestionarse a nadie, salvo que su aseo personal, elegido volintsriamente como representación de lo que cree ser y sentir, incomode el olfato de quien le acompaña.

El problema no es como una persona viste, habla o se presenta en sociedad. 

El problema radica cuando las ideas que abraza, los sentimientos que anisdan en su corazón, las convicciones que tiene respecto de la libertad y los derechos humanos de sus congéneres, chocan contra el debido respeto que esos mismos congéneres poseen por el hecho de ser también personas.

El problema surge cuando alguien cree que está obrando bien cuando defiende su posición avasallando los derechos de los demás que piensan de manera diferente. 

Surge cuando trata de imponer su voluntad por sobre los demás por medios reñidos con el respeto a los derechos humanos que él mismo dice defender y, afirmando combatir el autoritarismo, trata de imponerse sobre los demás de forma legal o moralmente ilegítima, aunque represente tan sólo una minoría y vayaa contramano de los intereses o libertades de una amplia mayoría que disiente con él.

Jesucristo, el gran Maestro y Servidor por excelencia, que dió Su vida defendiendo el albedrío moral de la Humanidad toda, resumió magistralmente el punto crucial de este asunto afirmando:

"Amarás a tu prójimo  como a ti mismo"¹.

Ese es el único y verdadero fundamento de la libertad.

Y ya, en la ley de Moisés, vemos con qué amor y sabiduría Dios le dice al profeta Samuel, cuando le manda elegir rey en Israel:

" No mires a su parecer ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón."²

(1) Mateo 22:39

(2) 1 Samuel 16:7

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