LA INTIMIDAD FÍSICA

Me propongo tratar el tema de este artículo de la manera más reverente posible. Se trata de un tema sagrado.
Está en la esencia del poder de la Divinidad.
Para hacerlo, comenzaré citando al élder Boyd K. Packer, quien fuera en su tiempo, un prominente líder de la Iglesia, llegando a ser Apóstol del Señor.
Refiriéndose al tema de la ley de castidad y su relación con la sexualidad humana, habló en los siguientes términos:
"Se puso en nuestros cuerpos, y esto es cosa sagrada, el poder de crear. Una luz, por decir así, que tiene el poder de encender otras luces. Es un don que debe usarse únicamente dentro de los vínculos sagrados del matrimonio. Mediante el ejercicio de este poder para crear, puede ser concebido un cuerpo terrenal, entrar en él un espíritu y nacer un alma nueva en esta vida.
El poder es bueno. Puede crear y sostener la vida familiar, y es precisamente en la vida familiar donde encontramos las fuentes de la felicidad. Es dado virtualmente a todo individuo que nace en el estado terrenal. Es un poder sagrado y significativo, y vuelvo a repetir, mis jóvenes amigos, que este poder es bueno....
Fue necesario que este poder de creación tuviera por lo menos dos dimensiones; uno, debe ser fuerte; y el segundo, debe ser más o menos constante.
Este poder debe ser fuerte, porque la mayor parte de los hombres; debido a su naturaleza, buscan la aventura. Si no fuera por la persuasión compelente de estos sentimientos, los hombres se mostrarían reacios a aceptar la responsabilidad de mantener un hogar y una familia. Este poder también debe ser constante, porque se convierte en un vínculo enlazador en la vida familiar."¹
La sexualidad humana -enmarcada dentro del sagrado lazo del matrimonio-, el poder de la procreación como don dado a los hijos e hijas de Dios haciéndoles partícipes activos del Plan de Salvación, el amor que une a un hombre y una mujer entrelazando sus vidas a través de la unión conyugal, y la fortaleza de la familia que generan están inseparablemente unidas a través de una ley eterna que preserva la justicia y pureza del más alto propósito de Dios: llevar a cabo la inmortalidad y vida eterna de Sus hijos.
Desde esta perspectiva, este aspecto noble y esencial de la vida humana es un don divino, una fuente de poder, un manantial de amor que conlleva el gozo de vivir.
Pero, como señalara el élder Packer en otra oportunidad, "siempre han existido aquellos que toman las cosas hermosas y las corrompen"².
Vivimos una época en que la familia y todo el Plan de Dos están bajo un feroz ataque.
No es de extrañar, entonces, que un aspecto tan trascendental del Plan como lo es la sexualidad humana, resulte blanco escogido por las fuerzas disolventes que luchan contra Dios.
El adversario sabe del valor de la intimidad matrimonial y el daño que puede causar en las almas de quienes, llevados por su desobediencia o incomprensión de ese valor, se sumergen en aguas profundas donde acecha el peligro.
Sabe de las conseciencias nefastas de violar la ley de castidad: matrimonios desechos, conductas desenfrenadas, hábitos perniciosos, pérdida de autoestima, abortos, insatisfacciones que alimentan la pobreza espiritual...
Hoy en dia, bajo el asedio atroz de una sociedad que incita a exacerbar los sentidos y a romper las barreras de la moralidad dispuesta por Dios, la sexualidad humana en su versión mundana, también resulta en una falacia que lleva al engaño y al error.
No entra en el propósito de este artículo describir las trampas, falsedades y artimañas elaboradas por los enemigos de toda verdad en torno a la sexualidad. Baste decir que "el padre de todas las mentiras"³, quien ha sido mentiroso desde el principio, se vale de la influencia que ejerce en la cultura mundana para promover la sexualidad en la vida de las personas de una manera perversa, presentando " lo malo por bueno, y lo bueno por malo"⁴.
Lo que Dios instituyó para Sus hijos no es la versión hollywoodense de la vida, ni la de las novelas de ficción que reflejan espejismos, ni las letras y músicas provocativas o explícitas que incitan los sentidos, ni el falso concepto de que el amor se reduce al intercambio de favores físicos en busca de un placer egoísta y pasajero, sin ningún otro compromiso de vida que se manifieste a través de la fidelidad conyugal y la crianza de una familia, con todos los desafíos que ello implica.
Lo que Dios instituyó para Sus hijos no es vil moneda de intercambio. Es entrega total entre un hombre y una mujer que se aman dentro de los lazos conyugales, buscando perfeccionarse en Cristo, experimentando el gozo de seguirle, y "dando" antes que "buscando recibir", con lo cual resisten y vencen al egoísmo y la lujuria.
El élder Jefferey R. Holland ha advertido de velar por caminar en la vida por el sendero correcto:
"He declarado aquí la palabra solemne de revelación de que el espíritu y el cuerpo constituyen el alma del hombre y de que, mediante la expiación de Cristo, el cuerpo se levantará de la tumba para unirse con el espíritu en una existencia eterna. Por lo tanto, ese cuerpo es algo que debe mantenerse puro y santo. No tengan miedo de que se ensucie las manos al realizar un trabajo honrado; no tengan miedo de las cicatrices que le puedan quedar al defender la verdad o al luchar por lo justo, pero tengan cuidado de las cicatrices que desfiguran espiritualmente, que resultan al participar en actividades en las cuales no debieron haber tomado parte, que ocurren en sitios a los que no deberían haber ido. Tengan cuidado de las heridas que sean el resultado de cualquier batalla en la que hayan estado peleando en el lado contrario."⁵
"Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios"⁶ y que el vapor de tinieblas que desvía y pierde a quienes se apartan del camino⁷.
(1) Por qué conservarnos moralmente limpios
(2) Música Digna, Pensamientos Dignos
(3) Moisés 4:4
(4) Isaías 5:20
(5) La Pureza Personal, Conf. Gral. octubre 1998
(6) 1 Samuel 15:22
(7) Véase 1 Nefi 8:23

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