AL QUE CREE... ¿TODO LE ES POSIBLE?

Si alguno de nosotros recibe la bendición que solicitó al Señor, ciertamente debe haber ejercido antes la fe necesaria, pues es indispensable ejercer fe para recibir las bendiciones buscadas, aunque ello no es suficiente.

En ningún momento Cristo pretendió enseñar que la fe, por sí sola, es suficiente para “comprometer a Dios” a concedernos una petición, por más intensa que sea nuestra creencia en Él. Deben necesariamente darse además otras condiciones para que, una vez cumplidas, nuestra fe haya sido conformada al modelo del Señor.

Como toda ley, la promesa que encierra “Pedid y recibiréis”1 tiene sus condiciones para realizarse. Debemos entender que nuestra fe debe sujetarse a las condiciones que el Padre ha determinado para el cumplimiento de esta promesa.

En su memorable discurso, el rey Benjamín apuntó que Dios “concede cuanta cosa justa le pedi(mos) con fe”2.

El propio Señor ha revelado que “cualquier cosa que le pidáis al Padre en mi nombre os será dada, si es para vuestro bien “.3

Además, que “si tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquier cosa que me sea conveniente”. 4

Finalmente, el propio Señor nos dio el ejemplo al decir en su oración en Getsemaní: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya."5

De manera que al pedir deberemos tener presentes estas condiciones: lo que pidamos debemos hacerlo no sólo con fe sino también en el nombre de Jesucristo, debe ser justo, debe ser para nuestro bien, conveniente para el Señor y según Su voluntad. Nuestra fe no debe ser moneda de cambio para pretender comprar bendiciones del Señor.

Solamente si nuestra fe es profesada cumpliendo estas condiciones adicionales resulta eficaz para atraer los poderes del cielo.

“Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del mundo.”6

Muchas veces ansiamos cosas que no nos convienen, o no convienen al Señor. Deseamos bendiciones que no son las que Él tiene preparadas para nosotros. Otras veces buscamos saltear las etapas necesarias para afianzar nuestro crecimiento personal. Pedimos buscando nuestra voluntad, la cual está sujeta a las debilidades de nuestro estado terrenal, creyendo que sabemos qué es lo mejor, cuando no hacemos otra cosa que seguir nuestros impulsos sin medir ni conocer las consecuencias.

Como lo señala la Guía para el Estudio de las Escrituras, "la finalidad de [nuestras] oraci(ones) no [debe ser] cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y para otras personas las bendiciones que Dios esté dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas".

El Espíritu Santo ciertamente nos guiará para saber cómo y qué es propio pedir.

"Pedid al Padre en mi nombre con fe, creyendo que recibiréis, y tendréis el Espíritu Santo, que manifiesta todas las cosas que son convenientes a los hijos de los hombres."7

Para recibir Su guía debemos vivir de manera de ser merecedores de ella.

" Y si sois purificados y limpiados de todo pecado, pediréis cuanto quisiereis en el nombre de Jesús y se cumplirá.

Mas sabed esto, que os será indicado lo que debéis pedir..."8

 

(1) Doctrina y Convenios 88:63

(2) Mosíah 4:21

(3) Doctrina y Convenios 88:64

(4) Mosíah 7:33

(5)  Lucas 22:42

(6)  Doctrina y Convenios 132:5

(7)  Doctrina y Convenios 18:18

(8)  Doctrina y Convenios 50:29-30

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