TOMANDO DECISIONES

Nuestra voluntad gobierna nuestras acciones. Por lo general, una persona en su sano juicio determina lo que es su voluntad en base a un equilibrio entre su capacidad de raciocinio y su capacidad de sentir.

En tanto conscientes, estamos tomando decisiones continuamente. Las decisiones son consecuencia de nuestro poder de elección. Sin embargo, en tanto siempre podemos tener libertad de elección entre diversas alternativas, no disponemos de la libertad de escoger las consecuencias de nuestras decisiones, ni de eludir las responsabilidades que conllevan.

Debemos considerar que, al elegir un curso de acción dándole preferencia sobre otros posibles, no sólo estamos tomando una decisión. Estamos tomando simultáneamente una serie de otras "decisiones implícitas".

Por ejemplo, si debo escoger entre un grupo de películas y opto por una, tomo la decisión concreta de mirar la que elegí. Al mismo tiempo elijo no ver ninguna de las otras de la lista. Decido no verlas. Tomo una "decisión implícita" con respecto a cada una de las películas restantes.

Muchas veces ni siquiera somos conscientes de todas las "decisiones implícitas" que estamos tomando permanentemente; pero este ejercicio de tomar "decisiones implícitas" convive con cada decisión que tomamos.

En otras palabras, decidir no sólo implica escoger sino también saber renunciar. Renunciar a toda otra alternativa que quede por el camino por no tratarse de la escogida.

En ocasiones, esa renuncia puede ser temporal, pues podremos vernos en el futuro ante otra instancia que nos vuelva a presentar alternativas que habíamos desechado en el pasado. Otras veces la renuncia será para siempre.

Pensemos en una persona que decide casarse. Será crucial que tenga claro que, al tomar esa decisión, también ha tomado muchas otras "decisiones implícitas". Por ejemplo, respecto a abandonar todas las libertades y actividades que le permitía su soltería, y que ya no serán compatibles con el hecho de convivir con otra persona.

Otro ejemplo: nuestros gastos. Cuando compramos algo también tomamos las "decisiones implícitas " de dejar de adquirir otra variedad de cosas pasibles de ser obtenidas con el dinero que acabamos de decidir gastar.

Ni qué decir cuando usamos nuestra tarjeta de crédito. En ese caso decidimos implícitamente dejar de disponer, en el futuro mediato, de cierta cantidad de dinero que podríamos utilizar en otros fines.

De nada nos vale llorar por las consecuencias de las "decisiones implícitas" que hayamos tomado sin darnos cuenta. Es imprescindible que al tomar decisiones consideremos, hasta donde nos sea posible, todas las otras "decisiones implícitas" asociadas. Es necesario ser prudente al tomar decisiones. No actuar impulsivamente. Planificar, analizar, evaluar y luego decidir.

"Porque, ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, para ver si tiene lo que necesita para acabarla?

No sea que después que haya puesto el fundamento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar."1

Lo anterior, cuando se trata de decidir en qué y cómo emplearemos nuestro tiempo se torna trascendental. Debemos considerar todas las "decisiones implícitas" que derivan del uso que pretendamos hacer de nuestro tiempo. Pues no se trata de un recurso más. Se trata de nuestra propia vida.

(1) Lucas 14:28-30

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