PROFUNDIZAR EN EL EVANGELIO

En su primera epístola a los Corintios, el apóstol Pablo les dice:

"Os di a beber leche, y no alimento sólido; porque aún no erais capaces, ni aún lo sois ahora..."1

Pablo era un gran maestro y, como apóstol del Señor, sabía bien cómo enseñar el evangelio. Lo primero es lo primero.

Por más deseos de convertir a los discípulos en "nuevas criaturas"2, era necesario que primero les enseñase lo básico del Plan de Salvación, se asegurase que lo hubieren asimilado bien aplicándolo a sus vidas y, luego, podría agregar más conocimiento y luz a su acervo, siempre "línea por línea, precepto por precepto", así como el propio niño Jesús fue "crecí(endo) en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres"3.

Este principio de la enseñanza eficaz, descrito simbólicamente como "dar de comer primero leche y, más adelante, carne" una vez que la persona esté capacitada para digerir un alimento más completo, es obvio en sí mismo.

En las Escrituras leemos:

"Pues he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan: Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren."4

En esta última dispensación, el Señor ha reafirmado este precepto al afirmar:

"Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo obediencia a los mandamientos ... hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos..."5

Cuando abrazamos el Evangelio, lo hacemos, por así decirlo, alimentándonos con la "leche" que recibimos de nuestras primeras lecciones, y de las primeras y diáfanas impresiones del Espíritu.

Luego, a medida que pasa el tiempo y asistimos a la Iglesia, leemos las Escrituras, oramos y servimos en la obra, los principios básicos se van implantando en nuestro ser. La semilla del sembrador "ca(e) en buena tierra y d(a) fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno"6, y nuestra fe, cuál semilla "sembrada ... en (n)uestro corazón ... emp(ieza) a hincharse en (n)uestro pecho ... [y] alma; ... empieza a iluminar [nuestro] entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para [nosotros]"7.

Queda una pregunta en el aire. ¿Por qué una semilla da ciento por uno, otra sesenta o treinta por uno, y así sucesivamente?

La respuesta tal vez la encontremos en otra parábola, la de los Talentos.

Sin necesidad de reproducirla aquí, sabemos que nos enseña que depende de cada uno de nosotros qué tan productivos somos con los dones con los que el Señor nos bendice; y, en este caso, con la fe y conocimientos que sustentan nuestro testimonio y obras en el Evangelio.

En conclusión: en el supuesto de haber aprendido a entender y vivir lo básico del Evangelio, nuestro compromiso con el Señor sigue siendo el esforzarnos por crecer en el conocimiento de las verdades eternas.

"La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad."8

"Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección;

y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero."9

No desmayemos en avanzar en nuestra búsqueda de conocimiento, pues Dios ha prometido que "dará conocimiento por medio de su Santo Espíritu, sí, por el inefable don del Espíritu Santo, conocimiento que no se ha revelado desde el principio del mundo hasta ahora..."10

Esa búsqueda nos llevará a profundizar en nuestro entendimiento del Evangelio, en fortalecer nuestro testimonio y en proveernos de progreso espiritual inimaginable.

Tal vez, aún recibamos revelación personal que no podremos compartir con otros; pero, ocurra o no, nuestro conocimiento del Padre se acrecentará.

Después de todo, así testifican las palabras del Señor:

"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado."11

(1) 1 Corintios 3:2

(2) 2 Corintios 5:17

(3) Lucas 2:52

(4) 2 Nefi 28:30

(5) Doctrina y Convenios 89:18-19

(6) Mateo 13:8

(7) Alma 32:28

(8) Doctrina y Convenios 93:36

(9) Doctrina y Convenios 130:18-19

(10) Doctrina y Convenios 121:26

(11) Juan 17:3

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