NUESTRO DESAFÍO

Centrar nuestra vida en Jesucristo. Hacer de nuestro hogar un refugio de paz y santidad. Vivir para nuestra familia, y vivir para conducirla a la felicidad eterna.

Valorar la integridad como la suprema virtud humana, y volcarla hacia la unidad con Dios.

Apreciar el don de albedrío y usarlo con sabiduría procurando agradar a Dios.

Creer, confiar y obrar en acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Albergar la esperanza de volver a nuestro hogar celestial.

Enfrentar la oposición, sufrir y gozar, trabajar arduamente y descansar, deleitarnos en las Escrituras y en guardar el día de reposo.

Hacer convenios con Dios y tenerlos presentes continuamente. Orar, escuchar, buscar la guía de su Santo Espíritu.

Amar y servir. Amar a Dios, a nuestro cónyuge, a nuestros hijos. Amar a nuestros vecinos, a nuestros amigos, y aún a quienes no nos aman.

Buscar la paz. Examinarlo todo. Retener lo bueno. Abstenernos de toda especie de mal.

Escudriñar las revelaciones. Reconocer nuestra debilidad y humillarnos ante Dios. Buscar la santidad ante todo.

Orar y procurar revelación personal. Aprender a escuchar las respuestas a través del "apacible silbo" del Espíritu.

Compartir nuestro testimonio con quien tenga oídos para oír, ojos para ver, corazón para buscar la verdad y vivirla.

Volver nuestro corazón hacia nuestros antepasados. Recordarlos y aprender a amarlos. Agradecerles todo lo que vivieron e hicieron para que su legado se continuase en nosotros.

Estar alertas. Combatir la ignorancia, los prejuicios y las mentiras. Defender nuestros principios sin perder la calma.

Prepararnos. Prepararnos para no temer, para enfrentar un futuro complejo, difícil, mundano. Con la convicción de estar del lado justo, del lado triunfador que venza las miserias humanas.

Escuchar a Sus profetas. Seguirlos como discípulos obedientes.

Arrepentirnos y experimentar "la tristeza que es según Dios". Juzgarnos con juicio justo, a la luz del evangelio, reconociendo sinceramente nuestras faltas y abandonando definitivamente lo que nos aparte de nuestro Creador, esperando pacientemente la bendición del perdón.

Aprender a perdonar las ofensas de otros. Aprender a perdonarnos a nosotros mismos, alcanzando así la paz prometida.

Parecernos cada día más a Jesús.

Amar la Creación. Cuidar de la naturaleza como si fuera nuestra.

Amar la vida. Aceptar la muerte. Vivir con una perspectiva eterna.

***

No se nos prometió que sería fácil. En ocasiones, parece que ser cristiano es un desafío enorme. Pero no debemos flaquear, pues no estamos solos:

"No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros...

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo."1

(1) Juan 14:18 ; 16:33

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