NUESTRO PROPIO GETSEMANÍ
Los términos del Plan de Salvación son claros. En ellos se establece la necesidad y la provisión de un Salvador, se nos otorga el albedrío moral y se definen claramente las leyes y las condiciones sobre las cuales podemos convertirnos en nuestros propios agentes1.
Una parte esencial del plan está conformada por “una
oposición en todas las cosas”2.
Al respecto el presidente Lorenzo Snow nos ha advertido:
“Ni ustedes ni yo podemos ser perfeccionados excepto por
medio de la aflicción; Jesús tampoco pudo [véase Hebreos 2:10]. En Su
oración y agonía en el Jardín de Getsemaní, Él ejemplificó de antemano el
proceso de purificación necesario en la vida de aquellas personas cuya
aspiración las impulsa a procurar la gloria de un reino celestial. Nadie debe
tratar de escapar recurriendo a concesión alguna en su proceder.”3
“No hay ninguna otra forma en la cual los santos puedan lograr una mejora espiritual y estar preparados para una herencia en el reino celestial que a través de las tribulaciones. Es el proceso mediante el cual aumenta el conocimiento y la paz finalmente se establecerá universalmente. Se [ha] dicho que si todo nuestro entorno fuera pacífico y próspero nos volveríamos indiferentes. Sería una condición que llegaría a ser todo lo que desearían muchos; y no se esforzarían por procurar las cosas de la eternidad.”4
“Considérenlo de manera individual o colectiva; hemos sufrido y tendremos que sufrir nuevamente, y, ¿por qué? Porque el Señor nos lo requiere para nuestra santificación.”5
Las pruebas que debamos enfrentar podrán ser de la más
variada naturaleza. Todas requerirán de nuestra fe, puesto que si fueran tan
fáciles de sobrellevar que bastase dejar transcurrir el tiempo para que se
solucionaran por sí mismas, entonces no serían pruebas.
Tengamos presente que, si Jesucristo es “el Camino”6,
entonces podemos concluir que todos quienes aspiremos a seguirle a la vida
eterna deberemos pasar por nuestro propio Getsemaní en algún momento de nuestra
existencia, aquí o después de atravesar el velo.
Este conocimiento debe impulsarnos a prepararnos, para que cuando lleguen esas pruebas tan singulares, podamos contar con la fortaleza necesaria para resistir, para que “retengamos la fe que profesamos”7.
Pablo nos da la clave para traspasar el umbral del dolor y
vencer:
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que fue a tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,
para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro.”8
En la experiencia de nuestro propio Getsemaní no estaremos
solos, como Él lo estuvo. Él estará a nuestro lado di le seguimos.
Si el camino que debemos recorrer hasta regresar a nuestro
hogar celestial debe pasar por un Getsemaní personal, bien haríamos en prestar
atención al consejo del Señor:
“Mas he aquí, os digo que debéis orar siempre, y no
desmayar; que nada debéis hacer ante el Señor, sin que primero oréis al Padre
en el nombre de Cristo, para que él os consagre vuestra acción, a fin de que
vuestra obra sea para el beneficio de vuestras almas.”9
Tengamos presente, además, la admonición del rey Benjamín:
“Creed en Dios; creed que él existe, y que creó todas las
cosas, tanto en el cielo como en la tierra; creed que él tiene toda sabiduría y
todo poder, tanto en el cielo como en la tierra; creed que el hombre no
comprende todas las cosas que el Señor puede comprender.”10
(1) Véase Doctrina y Convenios 58:27-33
(2) Véase 2 Nefi 2
(3) Deseret News: Semi-Weekly, 9 de febrero de 1886, pág. 1
(cursiva agregada)
)4) Deseret News, 11 de abril de 1888, pág. 200; tomado de
una paráfrasis detallada de un discurso que Lorenzo Snow pronunció en la
conferencia general de abril de 1888
(5) Deseret News, 28 de octubre de 1857, pág. 270 (cursiva
agregada)
(6) Juan 14:6
(7) Hebreos 4:14
(8) Ibid. 4:15-16
(9) 2 Nefi 32:9 (cursiva agregada)
(10) Mosíah 4:9
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