CÓMO CRECER EN NUESTRO AMOR POR DIOS

En los Evangelios leemos que Jesús enseñaba que el "primer mandamiento de todos es: ... Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas".1

Amar a Dios es ponerle en primer lugar en el Universo, en nuestra vida, en nuestros intereses, en nuestras decisiones.

Amar a Dios es elegir siempre hacer Su voluntad, es anhelar lo que Él anhela para nosotros, es renunciar al egoísmo, y amar a nuestro prójimo como Él le ama, amarle como a hermano nuestro.

Amar a Dios es amar a su Hijo Jesucristo, es seguirle y guardar Sus enseñanzas, es mimetizarse con el Señor Rey de reyes, y hacer siempre lo que Él haría en nuestro lugar.

Amar a Dios es buscar constantemente la guía del Espíritu Santo, es aprender a escuchar el dulce silbido de sus susurros y seguirlos.

Amar a Dios es confiar en Él, vivir con la esperanza de volver a Su compañía y ser uno con Él y Jesús, así como Jesús es uno con el Padre.

Amar a Dios es cobijar en el corazón un sentimiento de gratitud por Su amor, Sus bendiciones y Su ayuda en tiempos de pruebas, angustia tribulaciones y dolor. Es creer que Sus respuestas siempre superan nuestras expectativas, aunque parezcan contrariarlas, sabiendo que todas las cosas que de Él recibamos "obrarán juntamente para [nuestro] bien"2. Es saber esperar pacientemente que Sus respuestas nos lleguen en Su tiempo y no en el que nosotros deseemos.

Amar a Dios es sentir gratitud. Es tener un corazón agradecido por todo lo que nos da, aún por lo que ignoremos que estamos recibiendo de Sus manos.

Amar a Dios es buscar Su consuelo en tiempos en que la oposición nos lastima de tal manera que nos sentimos inútiles, indefensos y vulnerables. Es reconocer nuestra dependencia para con Su gracia y regocijarnos en Su misericordia.

Amar a Dios es arrepentirnos sintiendo "la tristeza que es según Dios"3, buscando Su perdón, único bálsamo que realmente puede curar nuestra alma.

Amar a Dios es entregarle nuestra voluntad, para que el uso que demos a nuestro maravilloso don del albedrio resulte en que el Padre y su Hijo "ven(gan) a [nosotros] y ha(gan) morada con [nosotros]"4.

Amar a Dios es llegar a oír Su voz hablando a nuestra mente y corazón, considerándonos aptos para recibir revelación personal e inspiración para guiar nuestras vidas.

Amar a Dios es dar la vida por Él. Tal vez no al extremo de los mártires, al extremo de morir por Él, pero si al extremo de vivir para Él.

Amar a Dios es buscar y lograr que esté complacido con nosotros.

Amar es algo que se siente. Amar es algo que se aprende. De Cristo, Juan testificó: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero"5.

Amar a Dios como Dios espera que le amemos, es un gran desafío. Pero sintiendo Su amor por nosotros, como el amor de Jesús también, podremos llegar a decir igual que sus discípulos de antaño:"[Yo] le amo a él, porque él [me] amó primero".

Dios sabe de nuestras debilidades y flaquezas, pero nunca da un mandamiento sin preparar una vía para que podamos cumplir lo que nos manda6. Nos tiende sus tiernas misericordias para ayudarnos a amarle, pues éstas "se extienden sobre todos aquellos que, a causa de su fe, él ha escogido, para hacerlos poderosos, sí, hasta tener el poder de librarse"7 de sus imperfecciones.

Después de todo "el (amor) todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta."8

Seamos arcillas en las manos de Dios para que Él nos moldee conforme a Su infinito amor y sabiduría, hasta amarle con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma, y con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas

(1) Marcos 12:29-30

(2) Romanos 8:2

(3) 2 Corintios 7:10

(4) Juan 14:23

(5) 1 Juan 4:19

(6) 1Nefi 3:7

(7) 1 Nefi1:7

(8) 1 Corintios 13:7

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