EL MAESTRO

Tengo frente a mí la foto de un bello atardecer a orillas del mar, la cual escogí como fondo de pantalla de mi ordenador. A través de las nubes se cuelan los rayos del sol como un paraguas de luminiscencia. Se percibe también el sol que irá a hundirse inexorablemente en el horizonte; en tanto las tranquilas aguas del mar lamen las arenas de la playa como paladeando su sabor a manjar delicioso e interminable.

Se desliza de la imagen un silencio que subyuga por un momento todas mis preocupaciones, y envuelve mi alma en esa paz que intuyo que subyace en la felicidad eterna.

La Naturaleza, que por momentos sabe desplegar toda su furia de aquí para allá, como para recordarnos que la vida transpira también oposición, es lo suficientemente sabia como para regalarnos tiernas estampas de belleza y sosiego que curan el espíritu afligido; el cual debería saber valerse de momentos como esos para recuperar su aliento y restablecer su equilibrio.

Sufrimos oposición en todas las cosas. Aparentemente algunos más que otros. Pero aún para aquel que crea haber perdido toda esperanza, siempre hay una puesta de sol como la descrita. Siempre hay un camino que conduce a la paz.

La actitud con que enfrentamos las vicisitudes de la vida, sus oportunidades y desafíos, constituye nuestro recurso interior más potente, al que podemos apelar ya sea para soportar los dolores de nuestra existencia como para disfrutar de sus gozos, sin llegar a creer que ellos -dolores o gozos- serán permanentes durante nuestra pasajera estancia terrenal.

El valor que damos a las circunstancias que nos rodeen, a los seres con quienes interactuamos, a las creencias que anidamos en nuestro corazón, influyen de manera decisiva en la actitud que adoptamos frente a los desafíos que nos ponen a prueba.

Si somos prudentes sabremos atesorar la energía que se desprende nuestros gozos y de nuestra fe, para así poder soportar con entereza los dolores que nos aflijan mientras duren los momentos de pesar.

Si somos prudentes nos daremos cuenta de que nuestro peor enemigo no es el miedo sino la ignorancia. Quien desconoce dónde buscar no sabe qué camino tomar; y es muy probable que se pierda en la selva del engaño que se cierne ante su vista.

Siempre ha existido una diversidad de filosofías y creencias para interpretar y tratar de explicar la vida. Esa diversidad es tan amplia que parece increíble que unos crean encontrar la felicidad en donde otros hallan la infelicidad; que muchos postulen que todo vale y otros que el hecho de que cada cual crea lo que quiera da lo mismo. No todos los maestros que se autoproclaman como dueños de la verdad son movidos por intereses altruistas, por amor genuino.

Es de prudentes buscar ayuda cuando no se puede encontrar una salida en soledad. Pero ¿dónde buscar esa ayuda? ¿En qué o en quien confiar?

Entre todos esos maestros se alza Uno que está por encima de las diferencias que enfrentan a los hombres. Uno que enseña a Amar más allá de las diferencias. Uno que ciertamente es "el camino, la verdad y la vida".

Uno que fue capaz de ofrecer Su vida inocente por Sus amigos, sin reclamar más recompensa que la inmortalidad y la vida eterna de ellos.

Uno que sobrelleva desinteresadamente los dolores y enfermedades de sus hermanos -todos nosotros- sin hacer acepción de personas.

Uno cuyo Amor es tan puro que prevalece por encima de la fe y la esperanza, un amor que quien lo posea le irá bien en el postrer día.

Uno que brinda consuelo perfecto y nos eleva por encima de la oposición, declarando solemnemente que ha vencido al mundo.

Un ser real que podemos conocer, pues prometió venir a nosotros y hacer morada con nosotros si tan sólo le seguimos. Uno que ciertamente es nuestro verdadero Amigo.

Uno que nos desafió a ser la clase de hombres que Él es, con la promesa de no dejarnos huérfanos de ayuda jamás.

Uno que obra el mayor de los milagros: el perdón de nuestras faltas y el apoyo que necesitamos para vencer sobre todas las cosas, sin importar lo que nos toque vivir, a condición de que nuestro sincero arrepentimiento nos funda en Su poder redentor.

Uno que nos da la felicidad aquí en esta vida ... y la vida eterna después.

El Maestro por excelencia. El Hijo de Dios: Jesucristo, nuestro Señor.

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