CONFIESO
Lo confieso: soy conservador.
Pero no en un sentido político, social o ideológico.
Soy un conservador de las cosas buenas, bellas; de las que
la nostalgia baña de sentimientos edificantes, consoladores; de las cosas que
me fortalecen el espíritu y me hacen feliz. Porque uno de los propósitos más
importantes de la vida es alcanzar la felicidad y hacerla perdurar por siempre.
Hay quien cree que la felicidad debe buscarse fuera de este
mundo, dentro de lo más recóndito de uno mismo o a través de un voluntarismo
digno de los mayores ascetas.
Yo creo que la felicidad es una suma de ingredientes que en
parte crea uno dentro de sí, en parte adquiere a través de la experiencia de
vivir y que, necesariamente, es el resultado de conocer a Dios... si es que se
pretende ser feliz permanentemente.
Por eso sigo disfrutando de mucho de lo que la sociedad de
hoy ha dejado a un lado; sea porque lo desprecia por antiguo, pasado de moda,
moralista o porque lo considera políticamente incorrecto.
Ésta es una frase muy de moda y a la que muchos temen:
"políticamente incorrecto". Pregunto: ¿según quién?
¿Según quien no comparte mis valores? ¿Según quien grite
más? ¿Según quien logre mayorías de opinión? Mi moral la juzga Dios. Por
cierto: disto mucho de ser perfecto. Pero prefiero que me juzgue Dios y no
quienes me consideren su enemigo.
Soy feliz por ser y sentirme cristiano; más allá de todo el
esfuerzo que me cueste serlo y de las debilidades que arrastro por los senderos
que recorro.
Soy feliz por estar "felizmente" casado con la
mujer que me ama, que comparte mis valores y, por encima de todo, es "una
conmigo".
Soy feliz por haber tenido la bendición de procrear una
familia y tener el amor de mis hijos y mis nietos.
Soy feliz con poder ganar mi sustento trabajando y pudiendo
dormir tranquilo al reclinar mi cabeza sobre la almohada.
Soy feliz por tener la salud que tengo, por poder ver la
belleza de las creaciones de Dios; poder escuchar las músicas más inspiradoras,
las que me tocan el corazón y lo suavizan con sensaciones agradables; por poder
leer buenos libros, esos que me ayudan a comprender mejor mi vida.
Soy feliz por tener amigos. Amigos cuya amistad me hace
mejor persona, que lloran mis tristezas y se regocijan con mis alegrías.
Soy feliz por las oportunidades de servir, por comprender
que dar es una parte esencial del ser; y saber agradecer lo es también para
quien recibe de Dios, la sociedad, los amigos y su familia aquello que el
tiempo no corroe.
Soy feliz por defender la vida; por creer en la familia
tradicional; por no favorecer el consumo recreativo de drogas ni entender por
qué algunos se drogan creyendo encontrar en ello la anhelada libertad y
felicidad perdidas.
Soy feliz a pesar de las oposiciones que se anteponen en mi
camino, los dolores que he experimentado en la vida, las frustraciones que he
padecido y el cansancio que a veces me derriba más allá de mi voluntad por
seguir dando de mí.
Nunca he esperado que la vida fuese un continuo de placer y
paz. Sé que la adversidad es una oportunidad de crecimiento, y que siempre
puedo encontrar ayuda o consuelo, si lo busco: sea a través de mi prójimo o de
Dios mismo.
Soy feliz porque tengo fe. Fe en un poder divino por encima
de mi comprensión, pero del cual tengo la certeza que es real y lo he
experimentado muchas veces a lo largo de mis años.
Soy feliz porque sé que mi corta estancia aquí tiene un propósito
eterno, y mientras camino mis días, siento que amo y soy amado.
Y porque no quiero perder esta felicidad, me aferro a todo
lo que me la provee. Y lucho por conservarlo.
Sí. Soy conservador.
Lo confieso.
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