PROBADME EN ESTO

Recientemente un editorial de un prestigioso medio de información afirmaba que la fe religiosa se desarrolla en las nuevas generaciones por el miedo que sienten a desafiar las afirmaciones que les transmiten sus predecesores; afirmaciones arbitrarias basadas en tradiciones que se basan en supuestas revelaciones o creencias transmitidas por quienes "dicen" recibir comunicaciones de un poder divino invisible.

Asumen que ese temor engendra un respeto hacia la pretendida autoridad esgrimida por esos predecesores que crea en las nuevas generaciones, a su vez, una confianza (o el deseo de desarrollarla) en lo que se le transmite.

Afirman que, obviamente, esas "tradiciones" no tienen posibilidad de confrontarse con las verdades objetivas alcanzadas por las ciencias y el superior raciocinio humano.

Esta es, según se exponía en aquel editorial, la razón de la existencia de la religión.

Algo parecido a lo que afirmaba Korihor, cuando arengando al pueblo, exponía su doctrina en estos términos:

"Oh vosotros que estáis subyugados por una loca y vana esperanza! ¿Por qué os sujetáis con semejantes locuras? ¿Por qué esperáis a un Cristo? Pues ningún hombre puede saber acerca de lo porvenir.

"He aquí, estas cosas que llamáis profecías, que decís que las transmiten los santos profetas, he aquí, no son más que insensatas tradiciones de vuestros padres.

"¿Cómo sabéis que son ciertas? He aquí, no podéis saber de las cosas que no veis; por lo tanto, no podéis saber si habrá un Cristo.

"Miráis hacia lo futuro, y decís que veis la remisión de vuestros pecados. Mas he aquí, esto no es sino el efecto de una mente desvariada; y este trastorno mental resulta de las tradiciones de vuestros padres que os inducen a creer en cosas que no existen."1

El razonamiento expuesto es falso, al menos con el Dios que las Sagradas Escrituras nos presentan.

Ciertamente que buscar tender un puente de comunicación con Él entraña aceptar la naturaleza dual del hombre (cuerpo y espíritu) y su capacidad de percibir más allá del mundo racional o material que es objeto de estudio de las ciencias.

Pero la voluntad de desarrollar ese potencial, el de percibir lo espiritual, es factible de lograse sí se acepta la invitación de un Dios que se manifiesta sin la necesidad de que meramente se confíe en tradiciones.

De manera que Dios invita al hombre buscarle:

"Ahora bien, cuando el hombre razona, es comprendido por el hombre, porque razona como hombre; así también yo, el Señor, razonaré con vosotros para que comprendáis."2

Dios desafía al hombre a poner a prueba Su palabra:

"...y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde."3

Dios promete al hombre responder a sus interrogantes:

"Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada."4

Dios asegura al hombre que no recorrerá el sendero de su vida en la soledad que infringe la ignorancia:

"No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros... El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él."5

Eso se llama alcanzar un testimonio personal de Su existencia, de Su amor por nosotros y de la verdad de Sus palabras, que nos llegan a través de las Sagradas Escritura y la revelación personal.

Pero todo ello tiene un precio a pagar:

"... si pedí(mos) con un corazón sincero, con verdadera intención [de vivir de acuerdo a lo que se nos revele], teniendo fe [es decir, confianza] en Cristo, [Dios] (nos) manifestará la verdad de [Sus palabras] por el poder del Espíritu Santo;

y por el poder del Espíritu Santo podr(emos) conocer la verdad de todas las cosas."6

De manera que no se trata de seguir "insensatas tradiciones", sino de buscar y alcanzar un testimonio personal acerca de nuestro Dios y Padre Celestial.

(1) Alma 30:13-16

(2) Doctrina y Convenios 50:12

(3) Malaquías 3:10

(4) Santiago 1:5

(5) Juan 15:18, 23

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