LAZOS FAMILIARES ETERNOS
¿Alguna vez nos hemos preguntado qué parentesco nos unía a nuestros padres, hijos, abuelos, primos y todos nuestros antepasados y aún nuestra posteridad terrenal antes de nacer a esta vida mortal?
La respuesta es sencilla. Somos todos hijos de nuestros
Padres Celestiales y por consiguiente, éramos (y seguiremos siendo) HERMANOS
pertenecientes a la familia de Dios, nuestro Padre.
Cuando, con el devenir de los tiempos de esta vida,
entrelazamos nuestra existencia temporal a través de lazos paternos, filiales,
etc. con otros hijos e hijas de Dios, poblando de familias la Tierra, no
hacemos otra cosa que, mediante el amor que nos profesamos, crear vínculos
eternos basados en la familiaridad que vamos forjando con el paso del tiempo, merced
a la Providencia Divina.
Así que, al sellarnos padres a hijos, hijos a padres y entre
cónyuges, bajo el Santo Espíritu de la Promesa, no hacemos otra cosa que
procurar, mediante nuestra fidelidad a los convenios del Templo, integrarnos a
la gran Familia Celestial de nuestros Padres Eternos por todas las eternidades.
De manera que, al hacerlo, como dice en las Escrituras,
"la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre
nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna que ahora no
conocemos."1
Y más allá de esa gloriosa y eterna sociabilidad que nos
unirá eternamente como padres e hijos dentro de la Familia de Dios, aquellos
que hayan alcanzado el más alto de los cielos o grados del reino celestial, a
través del nuevo y sempiterno convenio del matrimonio2,
"heredar(án) tronos, reinos, principados, potestades y dominios, toda
altura y toda profundidad... [y] pasar(án) a su exaltación y gloria en todas
las cosas, según lo que haya sido sellado sobre su cabeza, y esta gloria será
una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás.
Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por
consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces
estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán
dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos."3
Por tanto, sea nuestro objetivo vivir a la altura de estas
promesas, para que tengamos "la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun
un lugar a la diestra de Dios"4; y podamos morar, todos
exaltados, con nuestros seres queridos que alcancen la misma gloria, de
eternidad en eternidad, junto a nuestros Padres Celestiales.
(1) Doctrina y Convenios 132:2
(2) Doctrina y Convenios 131:2
(3) Doctrina y Convenios 132:19-20
(4) Éter 12:4
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